La Niña en la Higuera (V)





Capítulo V
Tiempos  de Invierno





 


Lucía tenía miedo que el hombre llegaría a la Luna, no sabía muy bien porque. En esos años la carrera espacial estaba en pleno apogeo, la guerra fría se luchaba en el mundo entero, no se tenía información muy detallada, la radio transmitía las noticias que se escuchaban más a la pasada, los diarios se leían un rato, pero finalmente se usaban más para prender el carbón o para envolver el pescado que traía Carlos. Las grandes potencias mundiales hacían alarde de su poderío militar, intentando imponer o construir sus modelos, los unos liberarían al pueblo de la tiranía de los otros. Ellos no podían atacarse abiertamente, por lo mismo armaban pequeñas y grandes guerras, convulsiones y golpes de estado, que no tendrían nada de fríos. Armaron conflictos bélicos en una enormidad de rincones en el planeta que solo pasado varios años se sabría de sus orígenes y crudeza. Que lejanos se ven a veces los sucesos y que cercanos pueden llegar a estar. 

En Puerto Montt asesinaban a diez pobladores de una toma, tampoco se supo mucho o se olvidaba pronto, Frei Montalva en esos años era presidente, las revueltas comenzaban otra vez. El murmullo de “Golpe de Estado” en el país, parecía un rugir de tanques que sonaba bajo las almohadas de los pobladores. Los pormenores del “Tacnazo” se escuchan en las noticias de la radio, el ejército alega mejoras y se acuartela en un regimiento en el centro. 

El miedo y la rabia comenzaban a olfatear sobre las poblaciones como perros negros amarrados a punto de ser soltados. 

Mientras se hablaba de procesos sociales y alfabetización, ellos, la familia, pensaban en agrandar la casa poner antejardín, levantar rejas para tener un poco más de espacio seguro y cerrado, pensaban en construir una pieza atrás al fondo del patio lo que les quitaría un poco de terreno, los niños ya no lo eran tanto y ya no podían dormir dos o tres en una sola cama. También habían comenzado los pololeos, cerquita eso si, en la puerta de la casa o no mucho más allá. 

Todos los niños del pasaje y de las calles vecinas habían crecido juntos, así como hubo muchos niños en la década anterior, ahora se llenaban de juventud todas las casas. Las hermanas y hermanos, habían heredado lo de su padre al parecer, ya que, eran buenos amigos de sus amigos, pero no podían salir mucho de casa. 

El amigo de Carlos a quién habían mandado a confeccionar las rejas para el antejardín, a modo de regalo dejaba las iníciales de Carlos soldadas en la puerta “CCN” decía ahora entre los fierros de la puerta de Venecia 3282. La autoconstrucción de las casas será una realidad en toda la población, la casa nunca dejó de crecer o cambiar, se adaptaba a la necesidad de la familia, sin esperar mucho, el mismo Carlos pegaba las baldosas cuadriculadas que había traído. Toda la población entera hacia lo mismo. 

La vida parecía seguir en la normalidad, pero desde la oscuridad del tiempo, un invierno triste acechaba. Un invierno que sería largo y oscuro para la gran mayoría, que revolvería los estómagos de miedo e impotencia, de Carlos, Lucia y los mayores. Que sacudiría las juventudes y se alimentaria de los sueños de seguir avanzando en paz de aquellos que venían un poco más atrás. Un invierno que golpearía las puertas a patadas, bajo la mirada de los niños que seguían creciendo. 

Víctor después de algunas vueltas y después del Liceo Francés, se había dado un año en Renaico[1], entre vacaciones y trabajo, volvió a retomar los estudios. Lo interrumpe el servicio militar, al cual no duda en presentarse, decidió no seguir la carrera militar y solo agradecer las intenciones de sus superiores que lo instaban a entrar en la escuela. Retoma en ese año 69 la enseñanza media en el Liceo Nocturno Fiscal Nº 2 de Santiago que funcionaba en las instalaciones del ya viejo Instituto Nacional. 

Lucia continuaba su lucha incansable para que todos pudieran estudiar lo que más pudieran, claro que esto último la debió poner contenta. Escuchaba los sueños por las noches, las ideas y las historias, para todos tenía un poco de tiempo. Nadie sabe muy bien, pero debía cansarse en algún momento.

 Tercera Generación

 Todo avanzaba más rápido, los años se pasaban como volando, varios de los niños de Lucía, ya se habían convertido en jóvenes, en el año 1968 ella tenía treinta y seis años. Los tres mayores estaban en el Liceo. 

Julia, se había adelantado un poco a Víctor y Hortensia y se casaba con Florencio[2] y tendrían su primer hijo en abril de ese año, el primer nieto de la gran familia. Cristian se llamaría y vivirían sus primero tiempos en Venecia, en la misma casa de sus abuelos. Luego levantaron una pequeña habitación en la parte de atrás de la casa.

Tencha se casaba al año siguiente con Hernán[3] en una preciosa y gran fiesta, que duró varios días, donde se juntaron todas las familias, incluyendo la familia Vásquez y que empezó en La Legua pero que la pareja terminó en Graneros con otra parte de la familia de Hernán. Luego de un tiempo, en Abril del 70 ella también sería madre, su hijo se llamaría Hernán como su padre.

Julia en ese mismo mes de Abril y solo días antes tendría a Mauricio, su segundo hijo y al año siguiente en el 71 nacería Esteban el tercero de Julia, el cuarto nieto de Carlos y Lucia, todos hombres hasta ese minuto. Hortensia en Abril también pero del 72 tendría una hija y la primera nieta de Lucia y Carlos. Luego vendrían los demás y fueron muchos, casi no vendrían años en el futuro, en el que no nacieran niños.

Una nueva generación llenaría la vida de todos. Todos ellos agrandarían más el árbol, la casa se haría chica, habría que hacer espacio, siempre había que hacer más espacio. Donde comen dos, comen tres y así. Vendrían también algunos a ayudar, a hacerse de compañeros o compañeras de vida. Maridos, esposos y esposas, parejas, novios. Siempre los niños se sientan primero a la mesa, se les sirve en platillo el té para que no se quemen y se les deja jugar a lo que quieran.

Todos ellos y ahora nos solo padres e hijos y las parejas de estos, sino que se sumaban nietos y nietas. Todos disfrutarían y celebrarían logros, compartirían las penas y dificultades, se juntarían en los cumpleaños y bautizos, velorios y funerales, estarían allí, serían los mismos en las despedidas y las bienvenidas. En los paseos al litoral central, San Sebastián o, San Carlos, disfrutando de las olas, bromeando y guardando recuerdos. Cuantas anécdotas guardaron en esos años de juventud al principio de la complicada década.

*** 


En el año 70, el pueblo había votado y después del estrecho conteo que dirime finalmente el congreso, Salvador Allende es nombrado presidente, entre muertes de generales, grupos armados en ambos bandos, un país polarizado entre izquierdas y derechas, las noticas no llegaban con la claridad a la familia. Carlos repartía diarios que finalmente mentían, corruptos por extranjeros, informaban lo que según ellos convenía informar.

Se escuchaban largos discurso con voces distorsionadas por los micrófonos y los altavoces. La radio asustaba con todo lo que transmitía, a veces, era mejor poner un tango. En esos años solo tenían radio, la radio los había acompañado desde el mundial de futbol hasta la llegada del hombre a la luna, los radioteatros abundaban en el dial. “La Tercera Oreja”, “El Dr. Mortis”, “Lo que cuenta el viento”. A ratos era preferible escuchar otra cosa.

Sabían que eran tiempos difíciles, se escuchaba otra vez el rumor de ahora si venia el golpe, mientras los camioneros llamaban a huelga general, se escuchaban amenazas de todos los rincones y Allende nacionalizaba el cobre. Se dirigen históricos discursos en la ONU y en toda Latinoamérica sobre educación, salud y otros derechos fundamentales. Se llama al pueblo a trabajar más duro, para hacer más grande a Chile y se denuncian las injusticias de un sistema que finalmente se defendería con sus peores armas.

La familia no sabía mucho, en realidad no había mucho como enterarse, mas la radio era la que transmitía algunas cosas, no era bueno hacerle caso mucho a los rumores, que casi siempre parecían exagerar.

Las cosas comienzan a escasear en el país, en esos tiempos estaba todo escondido decían algunos, otros argumentaban que era el mismo gobierno el que tenía el desastre. Había plata pero no se podía comprar, la panadería de la esquina de Venecia y Estrella Polar, había sido saqueada más de una vez, los abarrotes se repartían entre las familias, camiones de grandes empresas eran asaltados y saqueados, repartiendo ahí mismo los alimentos. Algunos aprovecharon de comprar cosas como cocinas, refrigeradores incluso en esos tiempos llegó el primer aparato de televisión a la casa de Venecia.

Un par de veces llegaron rollos de telas, desde las fábricas cercanas, la textil Sumar había sido tomada por sus trabajadores, La Legua por el Norte limitaba con varias industrias en la calle San Joaquín[4] además de la textil, estaba Planza Empresa de plásticos, Comandari también textil, Indumet, metalúrgica, entre otras. Estas conformaban en esos años una organización obrera importante.

Podría ser que el país estuviera desabastecido, pero la familia estaba organizada y en esos tiempos existía una organización tal en la población que nunca tuvieron muchos problemas de abastecimientos, muchos pequeños almacenes siempre abrieron, siempre intentaron vender cuando tenían, carnicerías y pequeños almacenes si podían, abrían. Además estaban inscritos en la Iglesia, en una organización solidaria, que les permitía comprar algunas cosas para llevar a casa, cada familia estaba inscrita en ese sistema. Lucía y sus hija Lucia y Julia cada una como familias distintas, pero siempre se apoyaron unas a otras.

Víctor en 1973 entra en la universidad a estudiar Economía Política. El gobierno popular había creado una Facultad de la Universidad de Chile para impartir esta carrera. En República con Toesca, ahí quedaba la sede norte de la universidad, en pleno centro de Santiago y quería ser el contrapeso del cómo se enseñaba economía hasta ese minuto.

Lucia escuchaba orgullosa a su hijo cuando le contaba sus avances, lo esperaba, lo atendía y no dejaba de aconsejarlo. Humilde como siempre, pero de seguro orgullosa con el corazón lleno de esperanzas.

Sus miedos no los traspasaba, parecía no querer parar las ansias de vivir de ninguno de sus hijos. No arrugó ni la juventud, ni las ganas de ninguno de ellos. Claro que se sobresaltaba por la actividad política de Víctor quien militaba en el Partido Comunista y pertenecía activamente al movimiento estudiantil, ella sabía de todo eso, porque su hijo la mantuvo al tanto, de sus ideas y le relataba su visión de mundo, las cosas que pasaban en este, las batallas ganadas y las perdidas en todo los rincones, ella a ratos se estremecía y se enfurecía.

En un contexto politizado, en plena década decisiva, varias veces conversaban y discutían ella, Carlos y Víctor sobre cuestiones políticas, ella argumentaba su opinión con una conciencia adquirida por los años de luchas. Defendía con simpleza, pero también con firmeza su posición.

Siempre aconsejaba a todos que no se dejaran utilizar, como diciendo, pienses por ustedes mismos. No se dejen engañar.

No era necesario que a Lucia le explicaran la injusticia y la desigualdad. No era necesario que le explicaran que la economía andaba mal.

En junio de ese mismo año, militares se sublevan y sacan tanques a las calles decididos a terminar con el gobierno, enfilan sus cañones hacia la moneda, al poco rato estas llamas fueron apagadas, no sin antes causar muertes y miedo. Pero sería la antesala, quizás un ensayo de un futuro no muy lejano.

Siete y treinta

11 Septiembre de 1973 



Carlos se había levantado temprano como siempre y había ido a trabajar temprano, primero a repartir el diario para luego ir a su segundo trabajo.

Víctor había salido también en la mañana a trabajar. A las 7:30 se despidió de Lucia, él tenía que cruzar Santiago, trabajaba al otro lado de Santiago por allá por Recoleta en una distribuidora de cigarrillos. El estaba al tanto de lo que pasaba en el país. Ese mismo día había comparado El Siglo[5] el que anunciaba el próximo plebiscito y los rumores de golpe de estado una vez más.

La joven Lucy había dejado el colegio por trabajar y ayudar a su padre, se había casado hace poco con Pedro y tenía casi siete meses de embarazo y si fuera niño se llamaría Carlos como su padre. Porfiada como siempre se había ido hace poco a trabajar, haciendo caso omiso a las advertencias de la radio y de Lucía, que llamaba a quedarse en la casa.

La radio chicharreaba a ratos, y Lucia preparaba el desayuno para los más chicos, pensaba en sus niños, todo jóvenes, varios de ellos, ya padres. Esparcidos todos. Algunos trabajando, otros en sus casa, solo quedaban los más chicos junto a ella. Hubiese querido tenerlos a todos juntos en ese minuto, quizás retroceder al parque de gran avenida o cuando jugaban todos juntitos en el patio de la casa.

En la radio hablaba el presidente, dando su último discurso como él mismo anunciaba. Resonaban otras voces, ecos, e interferencias atrás y encima de su voz. Ya se habían sentido las primeras bombas a lo lejos hacia el centro, también ya se habían disparado los primeros tiros, Lucía que en esos tiempos escuchaba un poco más la radio, para estar enterada de todo, esta vez se enteraría de primera voz lo que estaba pasando, el presidente se había dirigido al pueblo en varias ocasiones esa mañana.

“Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción…”

El ruido distorsionaba la voz. Las interferencias y un zumbido de radio, hacía enervante la transmisión que Lucia escuchaba en vivo. Con las lágrimas atrapadas de rabia quería que todo pasara luego, algunos niños dormían todavía y a ratos pensaba en hacer las cosas.

“… ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo…”

Mientras escuchaba, pensaba en Hortensia que estaba en su nueva casa enferma, ya hace un tiempo se habían ido a San Bernardo, bien al sur de la ciudad a fundar una nueva población, habían instalado una media agua, en un terreno proveniente de tomas, la media agua se la habían llevado desde la Legua hasta allá. Hernán su marido no había ido a trabajar es día, pero Lucía no sabía eso. Sus hijos Nanito y Sandra estaban con Lucía que los cuidaba en esos días, porque Hortensia no podía por su estado.

“…tienen la fuerza podrán avasallarnos, pero no se detienen, los procesos sociales, ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

Julia estaba en Sánchez Colchero también se había cambiado hace un buen rato, allá tenían una casita en plena Legua Emergencia, con Florencio. Allá criaba a sus hijos: Cristian, Mauricio y Esteban de pocos años. Solo era a una calle de Venecia, pero se mantuvo en su casa. Ella había preparado paquetes de mercadería, para ir a dejarle a su hermana Hortensia, pero al parecer no irían al menos ese día.

“…el capital foráneo, el imperialismo unido a la reacción, creó el clima…” –seguía el discurso que inundaba la radio y se llenaba de impotencia y pena.

Lucia escuchaba en la casa, pensaba en todos y tenía miedo, en cada uno de ellos, en los chicos y en los grandes, en los que estaban lejos y en los que habían salidos temprano, pensaba en Víctor y en Hortensia, en Lucia y su Embarazo, en Julia y sus niños, en Sarita, en Olga y Misael que estaban asustados como ella. Y en Carlos que no llegaba.

“me dirijo sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños…”-Otra vez, el derrumbe de la esperanza, otra vez el miedo. La pena de la incertidumbre.

Víctor y Lucia correrían cada uno su propia suerte para llegar a la casa, la orden estaba dada, había toque de queda a las dos de la tarde, no pudieron cruzar el centro directamente, tuvieron que rodear el sector de la moneda. Muchos en la calle estaban a su propia suerte.

“…a aquellos que serán perseguidos, por que en nuestro país, el fascismo ya estuvo hace muchas horas presentes…”

Lucía se había subido a una micro al otro lado del Mapocho, casi en el cementerio. Víctor cruzó por el puente Pio Nono para intentar rodear el cerco militar que había instalado el regimiento Buín a lo largo del Mapocho. Carlos en bicicleta venía desde providencia.

“…superará otros hombres este momento gris y amargo, donde la tradición pretende imponerse…”

El invierno llego, como vendaval azotando a la higuera solitaria, volarán los pájaros asustados golpeteando las delicadas alas, asustados por disparos y bombazos. Se apagarán vidas y se será largo.

El gris de los uniformes de la injustica y la tristeza, y el rojo de la rabia y la violencia, se había posado sobre el país, sumergiendo los sueños de muchos, ensuciando con barro podrido todos los cristales.

Habría que cuidar a los niños, los niños primero, había que cocinar para los que están en la casa. Que lleguen luego rezaba una y otra vez.

Los dos negros perros, el miedo y la rabia estaban sueltos.

La radio dejó de transmitir.






[1] Localidad cercana a Parral VII
[2] Florencio Fraga Villanueva
[3] Hernán Arriagada Toledo
[4] Actualmente Av.Carlos Valdovinos
[5] Diario El Siglo.








No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...