miércoles, 31 de enero de 2018

Bestiario y Macrofauna (Capítulo Máscaras en Carnaval)

Bestiario y Macrofauna (Capítulo Máscaras en Carnaval)

Aquí una pequeña muestra de las máscara como parte de la expresión viva del carnaval, tratando de capturar la metamorfosis del ser detrás de ella, el abandono y el apoderamiento de un personaje, que como llega se va.  No me cansa la idea de capturarlos, adivinar sus ojos, reir con su juegos, emocionarme con sus posturas de cuadro vivos, con sus bailes y sus gritos o cantos.  Han sido parte desde los inicios de nuestras culturas, de un bestiario infinito, inacabable tan diversos como hay personas en el mundo y multiplicado por   la cantidad de máscaras que llevamos cada uno.

Pd. Nunca edito muchos las fotos que saco con la cámara, pero estas si las edité un poco, principalmente para recortar y contrastar. 
Agradecimientos a los que usan las máscaras y desconozco sus nombres, por asombrarnos y permitirme capturarlos en la memoria y con la cámara.

#carnaval #mascara #bestiario















viernes, 26 de enero de 2018

Recuerdo en Papel Mantequilla (Infancia en Emergencia)

Recuerdo en Papel Mantequilla




Copiaba Latinoamérica
en papel mantequilla
mientras en el entretecho 
peleaban los ratones 
en la casa de la emergencia.
 
Mi padre y yo 
corriendo hacia la esquina
en Catalina
el me dejaba ganar
yo lo sabía.

Amigos en zapatos ajenos
para  la pichanga del domingo 
en Venecia y la risa.
 

Recuerdo ,
los perros de la infancia
las calles empedradas
las costras en las rodillas
las trampas
a los que se colgaban de los camiones
a las tardes del verano seco
al molino de viento
y al diablo adentro
a un volantín
que atrape en el callejón
a una llamada de mi madre
porque ya se escondió el sol.

Latinoamerica en papel Mantequilla (collage - decoupage sobre papel reciclado)




miércoles, 24 de enero de 2018

Bestiario y Macrofauna (Se Busca)


Se busca padre-madre-creador 
mente de donde salieron estos especímenes
que se identifican con parte del Bestiario y Macrofauna plástica urbana
Se sabe que habitan los muros de la capital y que se quedan congelados cuando un humano los mira. 





Créditos al creador, cuando lo encontremos
Barrio Yungay (Rojo y Verde)


Alonso de Ovalle (Gris)




A la izquierda  Catedral Barrio Yungay (Amarillo y azul)  a la derecha y de pie  Puente Huérfanos  

martes, 23 de enero de 2018

Bestiario y Macrofauna (Versión Escritorio)

-Medusa de acuarela
-Libélula en piedra caliza
-Mujer a lápiz de autora semi conocida para mi.
-Ents en bici Xilografía en tela
- Tigre plástico rescatado de un juego de pioneros en avanzada.

¿Y a ustedes que seres los protegen o los ayudan?





jueves, 18 de enero de 2018

¿Cómo llegan a ser traficantes?



No es mi idea justificar nada, ni a nadie, sino más bien buscar respuestas a algunas preguntas que se me formulan y que me dejan con las palabras en la boca, ya que es largo de explicar. No soy un académico, ni historiador, ni perito, ni nada de eso. Solo quiero como ejercicio,  hacer un análisis de los eventos que veo y que vi, y tratar de responder (me) preguntas como: ¿Y por qué trafican entonces? ¿En qué minuto se perdieron estos cabros? ¿Cómo es que se pierden familias enteras?

Escalas paralelas

Siempre he pensado en esto desde que vi algo cuando niño: ¿Está bien que haya un niño desnudo, amarrado a una reja, en la esquina de mi/su pasaje, que un joven mayor lo vigile para que no se suelte y que no pueda arrancar? ¿Estuvo bien que el niño estuviera gritando y llorando,  y que los vecinos y vecinas que pasan por el frente (entre ellos yo), no intervinieran y no dijeran nada? Él no era mi amigo, pero si mi vecino, en plena Legua Emergencia, y debe haber sido en los años 80. Debo haber tenido 9 ó 10 y él un año más.  Yo también era niño y esa escena no se borra de mi memoria. Y vuelvo a preguntar ¿Está bien que los niños sean maltratados y que nadie haga nada? ¿Habrá sido un acto de justicia? ¿Habrá sido un arreglo de cuentas? o como se diría ahora es un simple old & hardocre bulling, (el anglicismo es innecesario lo sé), nunca he podido explicar lo que sucedió ese día. ¿Qué error cometió, para ese castigo? Creo que pregunté una vez, pero la respuesta tampoco fue clara.

Vimos muchas otras cosas en esas épocas: policía corrupta allanando casas; militares llevándose personas; tanques en las calles; hombres de terno y corbata, armados bajando de camionetas y llevándose a otros hombres entre los gritos de sus familiares; personas que no tenían para comer y pedían reja por reja con niños a cuestas, claramente no tenían donde y como bañarse, olían mal.  Era común ver familias que no tenían ropas, vestían mal, no tenían zapatos, y nos pedían a nosotros, los mejor acomodados que vivíamos ahí entre toda esa injusticia. ¡A nosotros nos pedían alimentos y ropas¡  Eso nos hacía ver que había gente en peores condiciones que nosotros y que teníamos la capacidad de ayudar.  Tanto así que algunos de mis amigos, ya más de grande en los ’90, se organizaban para visitar campamentos, llevar alimentos y juguetes para las navidades o para los inviernos, y por lo que sé, todavía lo siguen haciendo. Los calificativos que pongo, tienen que ver con la realidad que nos habían construido ya de forma colectiva, pero eso lo explicaré más adelante.   Esto veíamos y a veces nos impactaba, a unos más que otros.

También vimos al cometa Haley, la bengala del Cóndor, los festivales de Viña y teletones uno a una, y la sufrimos y disfrutamos según correspondía.  La televisión siempre presente como factor de educación informal.  Por supuesto que nos hipnotizaban con el valor de las cosas, el adquirir, el significado del éxito, nos mostraba (y nos muestra) quienes deberíamos ser, para ser aceptados, que deberíamos estudiar, y como debería ser nuestros hogares, y como lograr el estatus deseado según la marcas que usas.   De todas formas, quizás necesitábamos de esos ritos de teletones,  festivales y los partidos de la selección chilena, quizás era lo único que nos hacía parte de una patria, parte de algo, un poco de identidad. Así es como la bandera no ha faltado, no falta, ni faltará.   La calle principal de La Legua hoy tiene cinco banderas en la calle principal. Todo el año.  Aunque la patria solo les entregue una nacionalidad y algunos frágiles derechos.  Cuando llegaron desde las tomas, las salitreras o desde la emergencia habitacional (segregación), llegaron con sus banderas y con un amor a la patria, tan mal correspondido como lo dice Violeta.

Dormir, comer, jugar, vivir y todo lo anterior, en una pequeña casucha que llamábamos casa. Y no es más que un conjunto de panderetas y tabiques de tabla de 36 metros cuadrados sin jardín y un patio de tierra, para guardar cachureos o hacer una ampliación de unos 4 metros cuadrados más (y quedar sin patio). Entrelazadas todas con una fachada en común, donde solo nosotros sabíamos dónde comenzaba una y terminaba otra.  Detrás de las panderetas de madera, se podía escuchar las fletas que les daban a mis vecinos, o cuando la pareja de vecinos del otro lado peleaban, discutía a chucha limpia o se golpeaban.


La escala de valores en este lugar, está alterada o más bien es una escala paralela distinta. Una escala, donde es normal: que el padre viole, mate y asesine, que venda droga; que las madres, los seres más perfecto para nuestra existencia, sea capaz de vender drogas, primero para alimentar y vestir a los suyos, luego para darles lo que ella nunca tubo y finalmente, para darle todo lo que anhelen o exijan, porque ya los mal acostumbró y es lo que vieron por televisión, y que ni en la casa, ni en colegio le dijeron que estabas mal.  O al menos no con la fuerza y la moral necesaria, para que ellos creyeran.   Una escala donde se puede cambiar comida por droga, ropa por droga, etcétera, y donde no hay toda esta moralina o análisis que hago en este momento.

También es común y quizás normal en esta escala y en esos años (quizás ahora también), que el papá golpee a su pareja y a la familia completa, la violencia es una forma de educación aceptable, una forma en imponer tus ideas, tus formas, lo que tú quieres hacer.  También puede ser normal que el papá (si es que aún vive con la familia) se vaya de fiesta y llegue cuando él quiera, violento o perdido, drogado, pegado en el techo, arriba de la pelota, pegado en un horizonte.  El alcohol y la droga se normalizan, se hace habitual.  También lo hacia tu abuelo, así que es algo generacional.

Y no solo en la familia propia cambian estos estados “normales” de las cosas. En el entorno directo también hay extraños cambios de valores morales, si es que se puede decir de esa manera.   También cambian el valor de la cosas, la cosificación de las vidas de forma inconsciente pero palpable a cada minuto: Un auto vale más que una persona,   un par de zapatillas vale más que la dignidad, una marca incluso vale más que su propio valor estético. 

Un hombre pasaba cambiando pelotas de goma por zapatos usados, en las tardes de verano. Siempre hay algo que lo desordena todo y cuesta encontrar los valores reales de las cosas.  Nunca entendí del todo ese último negocio.

Hablo aquí de violencias, hacinamiento, injusticias,  de un mundo paralelo, llenos de factores: internos y externos; históricos y de futuro, intervenidos y olvidados.  Algo que nos gustaría saber y tener la respuesta, un estado de las circunstancias que nos gusta juzgar bajo nuestros parámetros de una aceptada normalidad, bajo nuestra escala valórica, si es que otra vez se puede llamar así, estando ellos en otra paralela y distinta.


La Omisión

La institución contribuye con la omisión de las denuncias, el silencio a veces brutal por parte de las organizaciones y de todo quienes deberían velar por la integridad en derechos de todos los habitantes, termina naturalizando la violencia en todas sus formas.  Colegios, iglesias, policías, municipalidades, los distintos ministerios de gobierno, partidos políticos.  Solo rescatar que hay momentos y personas que si lo hacen, pero que las habitantes no siempre se enteran.

Luego en el trabajo se normaliza, el maltrato, la explotación, las situaciones de abusos, afectando también las escalas de valores. También omitimos, no denunciamos, quienes sufrimos de esto en algún minuto.

En los colegios hay violencias, en los hospitales hay violencias, para la vejez hay violencias específicas, para la niñez brutales violencias específicas, también para la mujer  en todos estos ámbitos y más, y otra vez.   Podría llenar cuadernos detallando las violencias que se omiten, las que se callan y las que se denuncian.  Las violencias normalizadas son muchas, en todas escalas de valores, de todos los estratos sociales.  Claramente en algunos sectores, la normalización de estas violencias es brutal y casi irreversible.

La Caída en el Círculo


Un ser humano, violentado, abusado, marginado, omitido…  tiene una baja autoestima, no tiene claridad mental, tampoco ha sido educado ni en contenidos ni menos aun emocionalmente, por lo tanto tiene también conductas autodestructivas que ni él entiende y menos nosotros.  Tampoco hacemos esfuerzos de entender.  Ya a esas alturas está en un círculo vicioso.  Una primera actitud en ese sentido, la primera venta, el primer robo, es reprochada por la sociedad completa, por su familia en algunos casos, por el mundo laboral que con una doble moral solo omite lo que no le afecta directamente, el colegio por incapacidad de atender los casos especiales, las necesidad especiales,  y las entidades del estado que dejan fuera, marginan, desde antes y más ahora, cuando dan el primer paso hacia el delito.  Llegado a eso, se denuncia a toda voz, olvidando sus propios crímenes de omisión.

Nosotros los jueces, condenamos el acto inmediato, sin ver atenuantes, antecedentes previos, nada, solo lo inmediato, el aquí y el ahora imperdonable. Juzgamos y Condenamos.


Memoria Colectiva

La memoria colectiva donde también se construye identidad, traspasa generaciones.  Me explico. Cuando supe lo que les hicieron a mis abuelos, a mis padres y luego a los pobladores; también a los abuelos y padres de mis pares, de mis cercanos, se va construyendo una memoria.  No hay casualidades, al repetirse, pareciera que todo fuese sistemático y no un azar.

No solo se conforma este sentimiento individual, sino que es un sentimiento colectivo de injusticia.  Con el tiempo va tomando fuerza se prepara para salir.  En el peor de los casos eso se transforma en rabia incomprensible, en desazón de vivir, en violencia, en venganzas.

En el mejor de los casos en construcción, en infinidades de forma de expresión.  Todo ese descontento sale de alguna forma.  En formas de luchas inimaginables y solas depende de las oportunidades.
 
Aquí, bajo estas circunstancias que a tantos les gusta comentar, aquí no hay medias tintas.  Aquí eres chicha o limoná.  



***




Si resumimos un poco: las violencias naturalizadas; las escalas trastocadas, alteradas; las autoestimas bajas, resultado de dichas violencias; las malas decisiones que parecen irreversibles; la memoria, la historia, el sinsentido y los sistemas económicos actuales, que incluyen: la mala educación, la pésima salud, el miserable trabajo. Todo eso en conjunto, parecieran empujar y mantener a muchos hombre y mujeres, en un mundo paralelo donde la droga da sustento a sus sueños, donde ellos no se dan cuenta, que en realidad solo les destruye sus sueños.  Y nosotros desde este mundo: solo juzgamos, analizamos, condenamos y no hacemos otra cosa.  Y no quiero justificar, sino buscar la razón donde parece que no la hay.    







Tarugo y Tonga

18.01.2017


Indice de Desigualdad - Técnica Mixta 

Indice de Vivienda Digna - Técnica Mixta

Indice de Violencia - Técnica Mixta

miércoles, 17 de enero de 2018

Zombie The Cranberries

Pieza oscura, miro el techo gris
Zombie-The Cranberries en la radio negra con leds amarillos y verdes
Ecualizada a mi gusto y un helicóptero Apache cuelga de un hilo plástico.

15.1.2017

Retiro de Televisores (Soplón)

En la rejilla del metro estaba el papel arrugado, enganchado con unos alambres de púas, ahora ya no tenía importancia, él se había liberado de ese mal entendido en el contrato como había dicho Gabriel, su jefe directo, pero él sabía que no había mal entendido, el contrato decía claramente su función netamente técnica. Era lógico, o al menos llenos él lo entendía de esa forma, que el contrato estaba llenos de palabras disfrazadas, él era un simple soplón; un sapo informante de Central Nacional de Inteligencia. Ningún papel diría esto último, ni nada parecido. Nada quedaría registrado en ninguna parte. Nada de los informes de movimientos, anotaciones de patentes, números de casa y departamentos, números de teléfono, itinerarios, horas y comidas de ciertos sospechosos. Tampoco las formas de revisar cuentas, tachos de basura, ni del como averiguaba cualquier estupidez que se le ocurriera a Gabriel. Ningún contrato diría lo que él hacia realmente. La infiltración era parte de sus funciones reales, nunca hablaron de lo que era o no legal. Si solo se lo hubiesen insinuado al principio, jamás hubiese aceptado un trabajo así. Él se lo repitió una y otra vez, le preocupaba lo que estaba haciendo, sabía que en el algún minuto este tipo de trabajo se acabaría. Por aquí y por allá había escuchado de secuestro y torturas, pero él no creía en eso al principio, pero ya se estaba revolviendo tanto la olla, que a veces salían a flote una que otra cabeza de pescado, pero prefería seguir haciéndose el desentendido. El necesitaba trabajar y su madre cada cierto tiempo le decía; que debería llegar a su casa y poder abrazar a su pequeño hijo, sin remordimientos y con la conciencia limpia. Por lo que cada vez que llegaba a su casa y besaba o abrazaba a su niño, se le venía el recuerdo, como una espina en la sien y así, internamente, medía su nivel de conciencia, como un examen de culpa diario.




En la mañana de hoy, cuando quiso quejarse, Gabriel no lo dejó, no lo escuchó. Le ofreció unos bonos medios extraños, le dijo que tenía unos televisores que debía ir a buscar y si él lo acompañaba le pasaban un restito de plata.


Ahora, se le revolvía el estómago solo pensar que esa a esa misma hora, irían a buscar a Sergio, un militante que había seguido muy de cerca, una persona a la cual él no le había podido comprobar ningún atisbo de delito, ninguna falta, no había conversado con el fulano. Sin embargo, lo conocía y había vivido un poco su vida. Sabía lo que hacía, con quien comía; muchas veces se subió al metro y a los buses con él. Sus manos se llenaban de sudor tibio cuando pensaba en el destino del sujeto. Andrés Jorquera es el verdadero nombre del pobre imbécil se lo repetía mentalmente, con esas palabras, mientras alimentaba más el odio por Gabriel. Le venían a la mente, las direcciones que frecuentaban, la familia, los amigos. 



Quería llegar luego a su casa, abrazar y jugar un rato con su hijo y dormir lo que quedaba de la tarde y no pensar en nada, quería ver a sus hermanos y a su madre, olvidar y volver al quiosco a vender diarios y cigarrillos sueltos, por muy miserable que fuera vivir del sencillo de otros, sus entrañas no los dejaba respirar, su dedos temblaban como su pensamiento. Se recordó cómo le gritó en la cara a Gabriel su renuncio, se sintió aliviado unos segundos, pero casi de inmediato la ansiedad lo atrapó, quiso llegar a su casa, desaparecer de ese lugar y aparecer debajo del nogal de la casa de su madre, no quería entender ni que lo entendieran, ni explicar ni que le explicaran, quería su libertad de esos espacios cerrados, la seguridad de su familia, un beso tibio, pero ya iba camino a casa, decidido y apurado, nervioso y temblando.



***





Explotaron en vuelo unas pocas palomas a la entrada del metro. Sus ojos rojos de rabia, pena quizás. Sintió el disparo de una cámara fotográfica, y vio a un hombre corriendo escaleras abajo. Un dolor intenso en la espalda y en su pecho le impedían respirar, el buscaba en su bolsillo las monedas para su boleto, mientras miraba hacia el fondo y el hombre que corría desaparecía entre otros rostros. Su camisa se manchaba y las costillas se le apretaban. Intentó llegar con su mano para tocar el dolor y sus monedas se cayeron rebotando sordas en la escalera cubierta de goma, intentó llegar al pasamanos, la gente bajaba y subía a la estación El Llano; todos con lentes oscuros. Su mano le mostró su vida en el reflejo de la sangre, mientras abría un poco la boca para tragar una gota de aire, se sonrió como nervioso, movió los labios nombrando al parecer un nombre y cayó cinco peldaños abajo al infierno del metro en verano.



V1. 4.3.11
V2. 5.1.18


Trayectos


Soplón. 2018



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