jueves, 6 de enero de 2011

La puerta

…entonces dije, ya veamos hilemos una frase coherente y simple, por ejemplo. Um, en realidad quería describir la puerta y no me salían las palabras se me cruzaban las silabas, y en ese minuto era como si no tenia la más minima idea que crestas era una puerta.  El corazón se agitaba más aun, las silabas seguían enredadas y no salía la frase coherente, solo palabras enredadas o al menos eso descifraba mi cabeza, mi manos me temblaban, no podía sentarme sin decir la frase, no podía quedarme quieto, no podía y no quería al mismo tiempo, el pánico se apoderó de nuevo de mi y me invite un cuarto de pastilla, para relajarme, no fue ese el alivio, dije me voy para mi casa y eso si fue un alivio, ya camino a mi casa pude pronunciar, ahora si pude pronunciar para mi:  la puerta sirve para entrar o salir de un lugar, peros las puertas no siempre están abiertas, todas tienen bisagras y algunas manillas o algún mecanismo para tirar o empujar.
 
(Fragmento)

Sé,
que cuando nadie crea lo que digo
desaparecerá mi risa y yo.

Que la historia se construye,
con sangre en los bolsillos,
mucho dolor y pocas alegrías,

Que con alas de la libertad
se han construido mas palabras que actos.

Que si no abro la ventana,
vacío el rencor de los maceteros
y riego con sudor mi tierra,
mis árboles no crecerán.

Las frases que se vuelven acción
destruyen la omisión
y levantan pueblos
con árboles a su alrededor.

Araucarias (Témpera)

La pichanga

               Se hacían cortas las tardes, con mis amigos, con mis compañeros de barrio, jugábamos a las más variadas cosas en esas tardes,  solo la lluvia podía impedir que a gritos los hiciéramos o me hicieran salir del letargo, a veces solo nos juntábamos por estar.  A pelar, a reírnos de nuestros defectos, de la gente que pasaba, a recordar anécdotas y aventuras.  Otras tardes, nos dedicábamos a jugar “Ataque”, al “Gran Santiago”, los mas intelectuales jugaban “Ajedrez”, en verano, nos gustaba jugar con bombas de agua, bolsas con agua, mangueras y cualquier cosa que nos mojara.  Incluso a veces, juntábamos plata para ir a una piscina, “Campo Lindo” era nuestro balneario.  Llegada la noche nos reuníamos, incluso a veces dos generaciones de hermanos, a jugar a la “Escondida Pelota”, nos cambiamos la ropa, acechábamos al que estaba buscando, algunos se entraban a su casa a descansar y después de media hora de buscarlo, nos dábamos cuenta de la trampa. También jugamos a los superhéroes, con capas de paño de platos e infinitos poderes y armas, a los pistoleros con armas de palos y clavos que nosotros mismos confeccionábamos, a peñascazo limpio.

Infinidad de juegos conocidos e inventados, algunos con más éxito que otros, algunos más complejos que otros. 

El deporte también era importante, las largas salidas en bicicletas, las innumerables caídas desde las ramplas de arena o madera que hacíamos en  el callejón, los patines, los carros de madera y rodamientos, las carreras, pero la mejor de todas “La Pichanga”.

A veces jugábamos diez jugadores por lado, a veces dos contra dos,  a veces tres contra dos con arquero jugador, en realidad esto daba lo mismo, la pelota tampoco importaba mucho si era de plástico, goma, cuero, sintético, si era de básquetbol, voleibol  o de playa, o la pelota que le regalaron a uno de nosotros para la Navidad, de todas formas nunca duraba mucho, terminaba siempre clavada en una de la rejas o donde nuestra querida vecina que las reventaba o en la gran industria del callejón.  Los arcos podían ser árboles, postes o piedras, según las dimensiones de la cancha que hiciésemos, la superficie, nuestra calle. El tiempo de duración, hasta que nos deshidratáramos, hasta la hora de once, hasta que a alguien lo llamarán, hasta que era hora de acostarse, hasta que se perdiera o reventara la pelota, o sea indefinido. El área y la mitad de cancha eran al ojo, los goles y las jugadas polémicas las arbitrábamos nosotros. 

El resultado, bueno, el resultado de la pichanga y de todos los demás juegos somos nosotros, lo que somos y lo que seguiremos siendo.  La lealtad, la amistad, la expresión de nuestras alegrías y penas, nuestras rodillas llenas de cicatrices y nuestros recuerdos.  No se en realidad, como sería yo, si mis juegos hubiesen sido el Play Station, el Nintendo, el Supernintendo, el Ultranintendo, las pistolas de plásticos con poderosas balas de plástico.
No culpo a los niños de hoy, nosotros teníamos nuestro espacio, la calle.

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