martes, 18 de diciembre de 2012

Pájaro Espiral

El árbol del espiral
cuelga de la pared
y el pájaro escapó del pecho
donde moriría asfixiado
agotado de tantos latires
asonantes discordantes.

Fugitivo y perseguido
por su sombra
enrabiado furioso
de sus certezas
escapó.
   
Después de un calmo vuelo
largo por las historias
posó sus garras en la verdad
en el color real,
apretando fuerte,
enterrando sus garras metálicas
en las ramas de la incertidumbre
haciéndola sangrar gotas,   
letras rojas palabras
sangró.

Pulsada la cuerda de la música,
voló por los recovecos de las ideas
desgarró las entrañas de lo burdo
sangrando  morados y violetas
derramó el celeste, en el cielo rojo
y un poco de blanco
en la uña del pintor
y otro poco de azul entre las venas
de la mano izquierda
soltó.

Produjo los espirales con sus vuelos
con su cantos-gritos y otros cantos
lo fabricó al cortar el viento
del silencio, del silencio
calló.

Lo dobló con un chillido
que crujió en la montaña del cuchillo
lo dobló cuando le respondió fuerte
al eco, al eco
le respondió que no murió.

Voló al final, hasta hundirse
en la madera y el ladrillo
plegó sus alas
para no volver jamás al pecho.
ahí morirá ahora
agarrado a la verdad
después de una eternidad
enjaulado en la pintura
del árbol y el espiral.


lunes, 17 de diciembre de 2012

Boca

A tu boca en mis sueños,
la atraviesa la sangre de las estrellas,
y la persigue el recuerdo
la arrincona a orillas de la verdad.

Con olor a cáscara de limón y tabaco.

Tu boca,
la beso y la guardo bajo el secreto,
no lo cuento.


martes, 27 de noviembre de 2012

Declaración

Vengo del centro funesto del orbe
junto a la orilla de la falsa igualdad. 

Vengo del lugar de muchos nombres
porque allí nacieron mis padres
y ellos a su vez, lo mismo que yo. 

Vengo de las calles sin salidas  
de casas chicas y perros grandes.
Custodiadas por falsos guardianes
de las libertades a medias. 

Vengo desde el lugar
donde crecen los niños gatos
en los techos y sin domesticar.

Donde las murallas de tablas oblicuas
separan las almas en cubículos.

Soy un libre pensador
que no se detiene a pensar,
sino que piensa y se equivoca
avanzando.


Que a cada paso tiene menos miedo.
Y que a cada paso tiene menos pelo
Al que le duelen las rodillas
y  se le asoman tres arrugas en el cuello.


Negué mi origen varias veces,
algunos entenderán otro no. 
Negué mis luchas otras veces,
algunos entenderán otro no. 

Crucifiquen a los libres de pecado
Resuciten solo los puros-correctos 

Trapeé con mis filosofías y mis egos
durante algún tiempo. 

Toqué con mi índice el fondo
de la profunda estupidez
y di la media vuelta
y creo que lo haré
alguna otra vez.           

Vengo desde la tierra-barro,
el empedrado y el cemento. 
desde la piedra, el fusil y la idea. 

Vengo a estar a tu lado.
 Poesía.  

jueves, 25 de octubre de 2012

No preguntes

                Ya, no preguntes más. No puedo contestar eso. Necesito que entiendas, que debo guardar silencio, por tu bien.  Ya te estoy arriesgando demasiado con el solo hecho de venir a verte. Me siento muy culpable.  Necesito que dejes de buscarme. No puedo estar tranquilo si tú me sigues buscando o averiguando donde estoy.  De verdad quiero que entiendas que te amo, pero no podemos estar juntos.  Quizás en unos años podamos salir y arrancar de aquí, pero por ahora no quiero estar cerca de ti, porque puede ser muy malo para todos.  Tú sabes lo que está pasando, está todo muy negro, muy oscuro.  Esta cuestión se va a poner peor.  Me arrepiento de haber hablado tanto, pero era por un estar mejor. Para que mi hijo estuviera mejor, tú sabes muy bien que todo lo hice por eso, nunca tuve ansias de poder ni nada, solo las situaciones me llevaron a eso.  Yo te amo a ti y a mi familia, siempre quise lo mejor para todos.    
                Estas mierdas traicioneras me cagaron y me van a seguir cagando hasta verme muerto.  Ellos tienen tanto miedo como yo, pero ellos tienen las armas.  Ellos por ahora están mejor organizados, ellos tienen jerarquías que respetar.  Nosotros no tenemos nada, un par de fusiles, una organización estúpida y paupérrima, todos apuntan para cualquier lado, todos se creen líderes y no respetan nada, no se puede organizar nada.  Con suerte organizarían una completada y terminarían peleando por quien lo hizo mejor.  Mas encima se les voló el pajarito. Creen que amenazando a la gente, se unirán a ellos.  Son una tropa de huevones, no tienen idea de lo más mínimo.  Quieren convencer al pueblo a culatazos y se supone que nosotros luchábamos contra eso.   Todo me da asco, me revuelve el estomago verle la cara a esos que hablaban tanto de la libertad y se llenaban la boca con la palabrita y hoy en día quiere que todos pensemos igual que ellos y pobre de aquel que no piensa igual que ellos, merece morir según ellos, le correrá tiros dicen otros.  Si claro “para sembrar, hay que arar”, pero se pasa el arao con cariño y con esperanza, pero bueno.  Ya está la cagá, intentaré hacer algo, pero creo que nada va a estar bien. No me busques. No preguntes.

miércoles, 17 de octubre de 2012

La Violencia de los Colores

En los tiempos de la violencia de los colores
se empuñan las banderas de multi-ideas
se ataca al miedo con pinturas nuevas
se baila el carnaval sobre los humos ácidos
se vive la fiesta en la conciencia del gris
se levanta las pancartas de azul y el verde
se delata al traicionero amarillo
se manchan las paredes con ideas rojas y blancas
se rompen los disfraces del presente-pasado
y se esconde el negro y su oscuridad.

Medusas

Medusas de sueños esquivos
que atrapa las libertades
convirtiéndolas en nuevos grilletes
oxidados viejos
manchados de sangres jóvenes.

Violencias necesarias
de rabias revoluciones
de corazones valientes
atrapados en la idea ajena
oscurecidos con costras podridas
de tiempos añejos.

Despierta del sueño
y hazlo vivo
cura la herida del
perro de la rabia.

Vive la idea propia
patea la piedra
de la tempestad del negro
levanta la voz

Grita en frente del silencio
hunde la mano en el barro
y di no.

Sumérgete y abraza
la idea nueva
y construye nuevas ruinas
derribando viejos muros.

Estos son los tiempos
de la violencia de los colores.

17.10.2012



11.2018

miércoles, 3 de octubre de 2012

A ti mujer



A ti mujer que me enseñaste a amar,
que todo mal lo conviertes en mejor pasar
desde aquí mi sangre ardiendo de latires,
que tu me diste ahora yo te devuelvo
en este espiral de cordón umbilical

para que tu lo entregues a quien quieras mas.

Así mujer que me enseñaste amar,
asi es como yo tu hijo aprendió a rezar.


Gotas de Fuente: (Sebastián Mujica Cerro San Cristobal 4 Octubre 2012).   

jueves, 27 de septiembre de 2012

Ahí

Si quieres llegar ahí.
Conviértete en espiral infinito de duda, para que crezcas lejos, donde estalla la idea, donde muere la certeza.
Vive en el equivocado  rumbo de los demás, pero siguiendo la aguja del final. Aún sabiendo que no hay tal, que no hay verdad, sabiendo que no llegarás a la idea, que todo será una construcción infinita hasta el último y leve respiro.
Sumérgete en el agua azul verde de las lenguas y las palabras y ahógate en la belleza de sus multicolores sonidos. Duerme allá, donde los pájaros cantan sus idiomas libres de preceptos.  
Se ceniza en los vientos muertos, que abatirán los árboles entre el frío roquerío del acantilado que es la vida y se aquella briza que descansará bajo la cascada, que es la esperanza.  

martes, 25 de septiembre de 2012

Marchan

(De los Estudiantes y el Miedo)

I

Marchan con la cabeza en alto
y se aprieta la piel del pecho en cada canto
y cada eco retumba
en la lágrima obligada
a salir entre humo y rabia.

Gritan en el muro con sus manos apretadas,
con sus caras pintadas
de sangres y golpes
gritan y avanzan por la calles grises
del invierno de los sordos
y de la hipocresía nefasta.

 II

El miedo al galope levanta la vara sombría,
busca falsa justicia
desgarrando la única verdad
golpea el pánico,
del cuerpo del que sigue gritando, 
pero no puede golpear  la conciencia
de la idea en su cabeza.

Falsa igualdad falsa, retórica descompuesta,
podrida de falsa promesa falsa.
Falso su olor a llanto, falsa tu protección,
falsa justicia la tuya, necio temor.

III

Ellos gritan y escuchan los gritos,
marchan y luchan con voces
con el puño apretado y la garganta corroída
de rabia y esperanza retorcida
en las venas que deja un zumbido casi eterno.

Con alegría ríen
y muestran sus almas de cien colores
con alegría miran
y muestran sus sienes de colores  
revuelven la idea en la historia no contada
y escriben en la memoria de sus hijos
la lucha de sus futuras promesas.

IV

El miedo escarba sus antiguas prácticas
mientras el estudiante envejece
el miedo levanta nuevas negras practicas
mientras el joven de colores crece
sale del rincón oculto y aparece
y la ciudad y sus ideas se oscurecen.


Falso miedo falso, falsos tus dichos, falsos tus hechos
Falsos tus gritos y tus silencios
Falso miedo falso, falsa promesa.

V

Gritan cantan
se repletan el pechos del retumbar de tambores
sus venas rojas hinchadas en el cuello del grito
y la saliva y el sudor mancha el pavimento
que se seca antes de un latir.

Grita con una piedra en la mano
que se incrusta en la palma y en las uñas
mientras un perro viejo ladra,
al miedo que ahora se esconde
lejos de las cien mil voces.
   

VI

Se ríe el miedo, con risa nerviosa
su falsa existencia viene a saludarlo
Se esconde el miedo, en un rincón
tras la cortina de sus falsas ideas.

Falsa cortina falsa,   humos feroces
Que cortan con alfileres la voces    
Falso miedo, falso ahora y entonces.

No ganarás la batalla
de las cien mil voces. 
2011


miércoles, 19 de septiembre de 2012

Aspiraciones

...tan un solo un árbol, a la orilla en un acantilado inmenso frente al inmenso mar, con mas pájaros libres que pensamientos tristes, a las espaldas las montañas que muestran los senderos recovecos del latir y de las ramas penden los frutos manjar de tierra, bruma y sol de anis, amor de pétalos tiernos de la flor solitaria. Tán solo árbol que escribe en cada pliegue de la corteza, su vida en miles de hojas que muy pocos leerán...

jueves, 30 de agosto de 2012

Tanques por la Mañana

                Ese día en la mañana, mi papá estaba con nosotros, yo estaba contento y algo extrañado, a esa hora mi padre debería estar trabajando, pero la puerta que daba a la calle estaba cerrada, encadenada por dentro, como nunca.  Poníamos una cadena por fuera, cuando salíamos, pero cuando estábamos dentro nunca estaba cerrado, nunca cerrábamos,  solo la puerta del jardín estaba cerrada con candado, pero ahora que me acuerdo, en esos años todavía no teníamos puerta en el jardín.     
                Se sentía ruido afuera, perros ladrando y vehículos. Algunos gritos se colaban por entre las murallas de tablas.  Mi padre tomaba desayuno en la mesa de la cocina con nosotros, él se había duchado hace poco, hacía frío y la taza de té humeaba en la cocina.   Todavía había olor a pan tostado en la cocina. 
-¿Qué pasa? - pregunté por lo que me acuerdo.
- Andan los milicos afuera -  me dijo mi madre - Tu papi no va a salir hoy.
                Solo me acuerdo de eso.  Siempre me acuerdo de eso.  No sé ni cuantos años tenía, pero  eran pocos.  No dijeron nada más o la verdad no me acuerdo de nada más.          
                Yo me acuerdo, que me imaginaba tanques y tanquetas en las calles.  Militares con las caras pintadas, me acuerdo en otras ocasiones haberles visto de esa forma, pero es vez no vi nada, solo me las imaginaba, quizás en realidad no pasaba nada, pero la puerta encadenada y la cara de mi padre me decía que si pasaba algo.  A ratos me imaginaba, quizás solo mesclo los recuerdos y no era mi imaginación, pero creo imaginar a varios sujetos que fusil en mano y brazalete verde en el brazo, con lentes oscuros saltaba de la parte de atrás de una camioneta roja,  rápido se metían a una de las casas  y se llevaban a un hombre, mientras su mujer gritaba desesperada y se llenaba de saliva su boca y sus ojos de lágrimas y daba formidables y roncos gritos que desgarraban su garganta. 
                No me acuerdo que yo sintiera miedo en esos años, tampoco me preguntaba mucho, ni tampoco le preguntaba a alguien nada, finalmente yo vivía mi infancia y mi inocencia, pero el recuerdo no se borró hasta esta fecha en la que escribo.               Lo escribo para contarlo, porque la verdad creo que estas imágenes no se borrarán.  Algún día quizás se terminen mesclando con imágenes vistas, imaginadas, contadas, pero no se borrarán.  Quizás ya están mezcladas.  
                Tengo poco recuerdo de mi padre, este es uno de los pocos, por eso tengo la certeza que es verdad.  Ahora que escribo, creo saber un poco más de lo que viví en esos tiempos.  Ahora creo saber.   
  

jueves, 23 de agosto de 2012

Septiembre 88

                Eran decenas de paracaídas que venían desde el cielo azul de septiembre, daban ganas de bajar del techo y correr hacia donde cayeran, pero al parecer siempre cae  mas lejos de lo que uno piensa, la avioneta bombardeaba el cielo con interesantes juguetes. 
                Yo estaba arriba del techo, en el cuarto de atrás, donde mi papá había tenido un taller de calzado. Al techo le faltaba varias planchas y me gustaba subir entre el empalizado a mirar los otros techos, me gustaba mirar las “Comi” de esas fechas, esperaba algún volantín cortado que pasara el hilo por mi techo.  Nunca pude encumbrar un volantín de forma decente, nunca tuve la paciencia.  El viento nunca fue mi aliado, bueno era más bien lo lerdo que podía ser yo para ese tipo de cosas. Porque me acuerdo que tampoco fui bueno para las bolitas, para el trompo, para la pelota, etc.  Me gustaba subir a lo que quedaba de techo e imaginariamente apostaba al mejor volantín según sus colores y esperaba que pasara la tarde. 
                Esa tarde una avioneta nos bombardeaba con pequeños paracaídas, quería correr para pillar uno, como corrían los niños por los techo por agarrar un volantín cortado.  Mi madre y las vecinas gritaban a los más pelusones, cabros claramente más choros que yo, que eran capaces de correr,  moviendo y quebrando algunos pizarreños que se lloverían en el siguiente invierno.  Y que le importaba bien poco lo que dijeran las viejas, sin ninguna culpa y cero conciencia, se morían burlescamente de risa después de sus pillerías.
                Los paracaídas volaban ahora lejos, caerían más allá del parque quizás, ya se habían quitado las ganas de correr.  Pero tenía la duda y tuve ganas de tener uno.
                A esa hora ya el sol se caía por entre los techos de la Emergencia, los volantines se elevaban siempre, casi siempre, hacia el noroeste y tenían que sortear los cables y árboles para llegar arriba. Costaban algunas monedas, pero agarrar uno que había sido cortado en batalla parecía ser más valioso.  Ahora si venía con hilo curado mejor aún.
                Ya había perdido la curiosidad por los paracaídas.  No me interesaba lo que traían, sino lo que decían.  Pero a esa altura en realidad ya no me interesaba nada.  Bajaría, pero ahora para ir a juntarme con mis amigos, a un par de cuadras de mí casa.

                Allá estaban ellos, mirando como los más grandes “curaban” hilo. Ya habían aporreado un tarro con un tubos fluorescente que habían molido y lo habían echado dentro, lo habían machacado hasta hacer polvo de vidrio.  El tarro retorcido, plano casi, no dejaba ver ninguna partícula de vidrio.  La cola caliente humeaba en una pequeña cacerola vieja y el dueño del hilo pasaba una punta atreves  de un corcho de garrafa.  Otro de los grandes, el “Sordo” Pato, intentaba sacar el vidrio molido desde la lata. 
                Algunos de mis amigos corrieron a las “pescas”, un “Pavo” de los grandes iba cortado y caería supuestamente en el callejón de Venecia aunque siempre pasaban de largo y terminaban en las industrias del callejón, pero igual entretenía correr quizás pescar el hilo.
                Ya de vuelta se volvieron a instalar a mirar el proceso de la “Cura”. Miraban mientras tiraban tallas y se burlaban de algo o de alguien, apoyado en la muralla, uno al lado del otro.    El ovillo de hilo estaba dentro de la olla, impregnándose de la cola, atrás venia otro de los grandes con el corcho sacando el exceso de pegamento y más atrás el dueño del hilo, llevaba en sus manos un cartón, con el vidrio molido.  Al hilo, con el pegamento le quedaban adheridas pequeñas partículas de vidrio, y lo enrollaban entre dos árboles a la distancia de unos buenos metros.  Varias vueltas se dieron entre los árboles, parando cada cierto tiempo, para ver los resultados, para arreglar el vidrio, para mirar la cola o el ovillo. Varias vueltas ante la atenta mirada de nosotros los más chicos.
               
                Un niño, más chico aún, jugaba con un volantín de plástico. Nunca fueron buenos los volantines de plástico, ni con mucho estampado, ni con muchos colores, los mejores eran de papel volantín y con buenos maderos.  El volantín decía “NO” y tenía un arcoíris  de colores, no lo pudieron elevar el niño y su padre, solo ganó unos metros desde el suelo, luego les ganó la paciencia.
                Desde el callejón venían los de Colchero, “Los Cochinos” les decíamos. Uno de ellos traía un paracaídas de esos que habían soltado desde la avioneta, uno de ellos venían jugando con el juguete, pasaron por el lado nuestro, no dijeron nada, eran menos esta vez.  Yo lo miré atentamente, el paracaídas decía con letras azules “Si” con una estrella como punto de la “i” y de él colgaba una bolsa de arena. 
                La campaña me  molestaba.   Me molestaba más, desde que mi madre había hecho tapar las consignas que mi hermano mayor había escrito en la muralla de nuestra pieza.  La había hecho tapar no sin antes sermonear a mi hermano. Retándolo y advirtiéndole que no podía escribir esas cosas en la casa. ¿Qué pasaría si entran los pacos a la casa, le preguntaba ella? Y mi hermano la miraba y no contestaba.
                Nos bombardearon con juguetes cuando éramos niños y queríamos jugar.  Esa tarde era septiembre, era once y nos entraríamos temprano.       

miércoles, 22 de agosto de 2012

Soldado

                Revienta tu luz, en la voz del eco, en tu cabeza,  levanta tu palabra hasta la caída del sol en el horizonte.  Caída que oscurece, estremece, cunde el hielo en la columna fría de tu espalda encorvada, helada del miedo negro.
                Hunde la palabra en la sangre que huele a mentiras, que dispara glóbulos de acero que hieren las piernas débiles de niños fuertes.   Húndela en la conciencia de tu violencia.
                Di la palabra y cava la tumba del que fuiste. Despierta la risa dormida en llanto. Todos es más claro de este lado. Ven y  di la palabra primero adentro. Di eso que revienta la coraza, de la falsa lucha. 
                Cuanto trabajo, cuanta guerra síquica, cuanta verdad necesitas para llenar por dentro, lo que ya está lleno. 
                La mentira de la historia que te contaron. La mentira de los métodos y procesos que creíste. Las palabras que no entiendes, que dicen otros que te llenan de huevos de sangre tus ideas propias.  Que llenan de mentiras miedos tus sueños.
                Suelta esa palabra que amarra, grita tu llanto apagado y despierta del sueño amargo.  Liberaremos las armas pájaros y letras.  Las balas del sol de un guitarra y la pólvora de una idea.                 

miércoles, 8 de agosto de 2012

Quizás un verso.

                No sé como comenzar, decir una frase simple, inteligente, que describa lo que siento.
Quizás un verso.
                No sé.  Conocer la lucha de otros, hace que yo vea mi lucha más simple,  más sencilla, porque gracias a la lucha de ellos, lo mío es un poco más justo.  El desafío está en frente porque fácil sería mirar al suelo, pero siempre pongo el desafío en frente,  así me enseñaron.  Agradezco que mi lucha sea más justa a todos ellos.  Mi madre, mis abuelas, mis tíos, mis hermanos y por supuesto ahora mi compañera, su familia y principalmente mi hijo.  Todos ellos me han entregado fuerza para enfrentar cada paso.
                A todos ellos los invito desde siempre a que llenen mi espacio, los invito a todos a que celebren conmigo, acá dentro de mi corazón de madera, que llenen con luz los rincones de mi familia, que embellezcan con su presencia mi hogar. Invito a aquellos que no están en otra parte, solo aquí adentro y que tengo la única absoluta certeza de su felicidad por nuestro logro.  Que mantengo el recuerdo vivo y que no los olvido, a pesar del tiempo.        
                Que decir.
Quizás un verso.
Inmerso,
en lo más soñado
de mis vigilias.

Les ofrezco mis manos jóvenes,
que se cubran de arrugas,
de cicatrices viejas.
Si con ellas construyen,     
sus sueños.

Les ofrezco  mis ojos,
rojos y felices
si con ellos verán sus sueños
que son los míos.

Ofrezco mis palabras y 
quizás un verso.

Agosto 8, 2012

viernes, 13 de julio de 2012

Volvamos

                Ayer.  Me soñé como árbol a la orilla del acantilado y tú eras silueta azulada a la orilla entre las rocas y la espuma.  Yo te enamoraba con el sonido del viento entre mis ramas y tú a mí, con el rugir del agua violenta de tarde anaranjada.  Yo te decía poesías al oído y los pájaros se descolgaban del cielo, se desplomaban y sus gritos los apagaban las olas.
                Desperté lejos y me recordé de pescador, mire mis manos arrugadas ahora sin red.  
                Ah… mar que tiempos de mar.  Ayer vi un pájaro en picada en tu mirada.  ¿Volvamos?


Pichidangui IV Región 2011 (Pedro Toro)

La Señal

                Me sudaban las manos, el pecho se cerraba y mi respiración se aceleraba y se hacía más profunda, como para captar más aire.  Sentí calor en mi sien. Me saqué el sombrero y las gafas. Mi mano derecha tibia, temblaba casi imperceptible. Al mirar mi mano temblando, una pequeña mueca de sonrisa involuntaria, sentí que se esculpía en mi rostro. Sonreía, y ya no era yo. Ya me había atrapado, como antes.  Esta vez la lucha contra el perro negro, que es la locura, no la ganaría, no me había dado tiempo de reaccionar. Ya era tarde, ladraba en lo profundo de mi cabeza, fuerte, tragándose mi conciencia.  Ahí estaba. La señal de siempre en la cama.  Yo frente a ellas, las dos horquetas negras cruzando sus dientes de muerte, iluminadas por el rojo sol de la mañana. El otoño había llegado, era tiempo de muertos y perros desatados.

Making Leaves by Arthur Tress


lunes, 9 de julio de 2012

Crepitar

A la soledad de Aquilino.

                Un tatuaje en su ante brazo izquierdo dibuja una gruesa sirena, cruzada por las venas amoratadas y la pequeña figura escondida, con los pezones al aire y su cola enroscada, mostraba los días que había estado preso. Su camisa amarilleada por el tiempo, arremangada en ambos brazos mostraba sus manos arrugadas de tanto esfuerzo.  Un cuello de un abrigo café y una barba cana larga descuidada, tapaba su cara hasta los pómulos.  Apenas dejaba ver sus ojos, el pelo que le caía en la frente.  Atrás de él su carretón de madera y rodamientos rechinaba contra el asfalto.  Un perro cabizbajo y otro altanero lo custodiaban a cada lado, escoltando su caminar lento y cansado.
                La tarde se enfriaba en Julio  en Santiago, una bruma fría, la contaminación y el color de la ciudad gris, conjugaba con los colores oxidados de las ropas de Aquilino, de sus perros escoltas,  su vehículo  y su carga que la componían, un par de forros de bicicletas usados, varias cajas de cartón, sucias botellas de cervezas y una muñeca calva  y sin ropa.   
                Llegó finalmente a su hogar, dejó el carretón afuera, los perros entraron primero ladraron y saltaron un poco. Aquilino entró tras ellos, metió la mano a una bolsa con mendrugos de pan que tenía colgada de un clavo alto casi a la entrada, les tiro algunos pedazos a los perros que de un par de tarascones, se los tragaron.  Un gato miraba todo con la indiferencia y el cinismo de los gatos. 
                El hombre, se sentó en el colchón de espuma que tenía por cama, tenía varias frazadas que hedían a tiempo y desganas.  Buscó con la mirada entre la infinidad de cosas que tenía acumulada. Entre las cajas de botellas, las pilas y torres de papeles y cartones, los sacos con juguetes plásticos que se confundían con basura.  Tapas, latas, cables, tanta cosa que había acumulado en estos años desde la muerte de Amanda, tantas cosas que le servirían en algún momento según el.  A sus ochenta años debía sobrevivir como fuera y dejar a sus hijos tranquilos, no quería nada de ellos. Nada de nada. No necesitaba ahora de su ayuda,  era autosuficiente, independiente.  Tampoco aguantaría ninguna humillación más de sus cinco hijos, que lo habían abandonado y que según él no lo entendieron nunca.   Menos todavía aceptaría plata de su hija, la traficante de droga que ahora lucía joyas en sus dedos y su cuello, pero que al mirarlo se le caía a pedazos la cara. Vergüenza.  El viernes iría a vender algunas cosas, los pedazos de vidrios y huesos primero, que era lo más pesado.  Total tenía para comer un par de días.

                –¿Dónde estará el carbón? – Pensaba y hablaba al mismo tiempo como una sola cosa – ¿Dónde lo abre guardado?  No me acuerdo. Si no, tiro los palos esos al fuego.  Primero las velas. ¡Augusto, Perro huevón mira la cagaita que te mandaste aquí! ¡Te voy a sacar la mierda! Si huevón escóndete no más. Hacete el huevón. ¿Vocrei que yo soy huevón?
                –Pucha no encuentro las velas, pero aquí está el carbón- pensaba ahora, mientras hurgueteaba entre toda su acumulación.  Se movía rápido para su edad, la vista le fallaba y veía más manchas que cosas y la tarde se oscurecía rápido, mostrando a duras penas los últimos pedazos de cielo naranjas del día.
               

                  Prendió una vela, que había encontrado entre los juguetes y la puso al centro de la mesa de fierro, helada como todo su hogar.  Movió las cenizas del brasero esparciéndolas bien con un pequeña palita que también había encontrado en sus interminables caminatas diarias buscando cosas que le servirían o que pudiera vender.  Tomó algunos trozos de carbón que ennegrecieron aún más sus manos y sus uñas, los acomodó dejando un poco de espacio entre ellos.  Arrugo un pedazo de diario y lo metió entremedio.  Prendió el papel con un encendedor que guardaba siempre en el bolsillo de su abrigo.  El carbón comenzó a humear. El trajo una pequeña banca de madera, arrancó de un caja un pedazo de cartón, lo estiró y le hecho aire al fuego.  Las chispas saltaron iluminando su rostro y sus manos, una llama azul y roja apareció entre el carbón. Él le echó otros pedazos de carbón y unos pequeños maderos.

               

                 Los perros ya se habían estirado encima de unos restos de ropa y un cartón, todo húmedo, solo el día anterior había llovido mucho y la onda polar la anuncian por la vieja radio a pila que ahora sonaba desde encima de la mesa de fierro y que Aquilino la guardaba como un verdadero tesoro.  La pequeña y casi inútil llama de la vela bailaba despacio mientras en la radio anunciaba ahora, que los precios de la bolsa de Santiago estaban en alza.  Aquilino, se había acostado en su colchón, solo se sacó los zapatos y se tapo con sus frazadas.  En su bolsillo todavía le quedaba la mitad de un pan envuelto en una servilleta, que una buena mujer le había entregado a la hora de once. Comió el pan y se durmió cansado mientras miraba las chispas y las llamas del fuego.
                El frio afuera escarchaba los pavimentos, mientras pequeñas gotas sonaban en las latas del techo, los perros enroscados parecían inertes y a ratos se perdían en entre los colores de cartón fierro y papel.  La habitación se llenaba de luz danzante que jugaba con las sombras y los sueños de Aquilino.  El fuego crepita y se llena la pieza de una infinidad de luciérnagas y de ilusiones.  Como pequeños insectos vivos las chispas atrapan papeles y el frio polar de esa noche, se vistió de llamas eternas que lo envolvieron suave y trágicamente a él, sus perros y sus cosas acumuladas, que fueron el combustible para que partiera a su última e interminable caminata.      
Fotografía: Daniel Mendez. Linares 2010

   

jueves, 28 de junio de 2012

Respuesta

                        I

Protesto ante la mentira
protesto también ante la ira
contradigo a la verdad
que ciega el sentido y
el verbo amar.

Contesto tus palabras
con silencios y miradas
con acciones derramadas
desde dentro, bien adentro.

Donde nacen
las hojas rojas que crecen
que llenan las venas
que empuñan las manos.

Te contesto con mi arma
afilada entre mis dientes
con luz, dos o tres dagas
son más que suficiente.

No.

                        II


Ven silencio conmigo,
a escuchar la paz
tu, yo y mi amigos.

Ayúdame
y arranca los ruidos
de máquina funestas
que son tan solo muerte
sus sonidos.

Trae contigo los pájaros,
el viento y sus delirios,
volquemos tu música ahora
en la mentira, el miedo
y el sin sentido.  
  
Ven silencio conmigo,
a escuchar la paz
tu, yo y mi amigos.

                        III

No responderé más
tus fuegos buen amigo
ya llegó el silencio
que da todo el sentido.

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