viernes, 24 de mayo de 2019

Frente al espejo

Algunos de ustedes saben de mi afición por la fotografía y los pájaros. Ese día fui a la casa antigua, allá en Callejones. Saqué la cámara. Ustedes ya saben cómo es Callejones: secuoyas gigantes, robles, poca luz. Uno que otro rayo de luz al mediodía y yo estaba ahí a eso de las seis de la tarde. De puro porfiado fui, no era ni la hora ni el lugar para tomar fotos. Hice unas pruebas. Ajusté la velocidad del obturador, otras cosas técnicas. Ustedes saben de eso, pero bueno, no viene al caso. A esa hora salen los pájaros, en el amanecer o en el atardecer. A esa hora se pueden hacer buenos avistamientos de aves. Si ustedes quieren un día los puedo invitar. Bueno finalmente no hice ni una sola foto buena. Al menos eso creía en ese minuto, porque cuando llegué a casa y revisé las fotos, vi unas pequeñas luces verdes, algo parecido a los fuegos fatuos. ¿Qué? ¿No saben lo que son los fuegos fatuos? Son llamas que salen en los pantanos, producto de los gases. Bueno eso tampoco tiene que ver con esto. El tema es que, luego en otra foto, se volvían a repetir las pequeñas luces verdes. Parecían foo fighters, o no sé, luces realmente extrañas. Me pasé muchos rollos buscando explicaciones. Al principio pensé que era una aberración cromática típica de un rayo pegando en el objetivo, pero el color y su forma no me daba. Hasta que en una de las últimas fotos, vi los ojos verdes y unas formas extrañas. Era un rostro entre las hojas del bosque. Ahí me acordé del cuento de Bécquer. Creo que obsesioné y ya he ido cuatro veces más, nunca vi nada, pero en una de entre mil fotos que saqué apareció un rostro casi nítido. Era de una mujer. ¿No me creen? ¿Cómo que quién es Bécquer? Ustedes están todos locos.


Graneros, Callejones 2013

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