jueves, 27 de septiembre de 2018

UZI

La UZI es un arma de fabricación israelí, según me explicaron en el ejercito, diseñada para herir, ya que, en situación de combate para los estrategas sionistas vale más un herido que un muerto. Al muerto se le deja, en cambio el herido grita, sangra, sufre, requerirá que lo arrastren, traslado y atención médica. Además, golpea la moral y la voluntad de combatir de sus camaradas de armas. Así de cruel es la estrategia militar en estado de guerra. Se me olvidaba algo, un herido capturado, bajo tortura hablará, en cambio un muerto no.

Una UZI dispara balas de 9 mm al igual que muchas otras pistolas automáticas de mano, es fácil conseguir municiones de ese tipo y cuando muere o hieren a un poblador con una de esas balas, no sabemos muy bien si se trata de la subametralladora o de una pistola común de mano. 


La UZI, es la misma que disparó el sargento Millacura una noche de protestas, por allá por el 2011 y que dio muerte a un joven de un tiro en la cabeza, uno que protestaba exigiendo educación. Es una de las pocas veces que recuerdo el uso de una UZI. Nosotros con mi compañera e hijo, también protestábamos en otro rincón de la misma ciudad, la misma noche.

¿Qué hacen esas armas en las calles de mi país? ¿Para qué las quiere la policía sino las usa: ni para herir, ni matar, ni siquiera para capturar narcos?

¿Qué hacen estas armas desde los años 90 en mi población , en manos de delincuentes que con silenciadores y cargadores adaptados, atormentan?

¿Cómo llegan a sus manos si son de uso exclusivo de la policía?

Las armas las cargan los diablos...

6.6.2018

Puntillismo

Se recorta la cordillera en naranjos y celestes de acuarelas, y una bandada de palomas hace puntillismo en óvalos, entre el gris del edificio y el blanco de las nieves. Desde el metro, a través del vidrio frió miro y en mis oídos la canción que me regaló mi hermano mayor.

(Que ganas de escribir, de pintar, de cantar.)

Ya habrá tiempo.

1.6.2018



Miño

Un hombre se quema a lo bonzo frente a la Moneda protestando con contra la contaminación en... sus pulmones y los de sus compañeros, se endurecen cicatrizados por dentro, lleva una carta que firma y cierra... "Mi alma que desborda humanidad ya no soporta tanta injusticia"

Eduardo Miño - 2001

5.9.2018


miércoles, 26 de septiembre de 2018

De cartoneros, privilegios y apoyo mutuo.

Una mañana fui cartonero.  Con mi hermano mayor y un vecino de enfrente nos pusimos de acuerdo para salir a buscar cartones. El vecino se dedicaba a eso y su familia vivía en parte de lo que le dejaba la venta de papel, cartón, metales y cualquier cosa que hoy llamamos material para reciclaje, pero que en ese tiempo era solo la materia prima de un buen oficio para sobrevivir. Mas bien ellos dos, mi hermano y mi vecino, acordaron lo que harían, luego solo me incluyeron. Yo tenia 8 o 9 años y ellos unos 14 o 15.    Salimos antes que el sol un día sábado, la idea era pasar antes que el basurero por el barrio Franklin.  El experto y el que sabia toda la información del rubro era el vecino, su nombre es igual que el de mi hermano, de uno de mi tíos y de mi abuelo, así que es difícil de olvidar.  El vecino se llamaba Carlos.  Me subieron al carretón y aunque era primavera casi verano, mi mamá me había abrigado lo suficiente con  blujeans, zapatillas con cañas, camisa y chaleco grueso.  Estuvimos toda la mañana buscando cartones, hasta el medio día donde comimos unos panes con alguna cecina, supongo.   

No era raro en la población juntar cosas para vender: cartón, papel de diario, papel blanco, botellas, cobre, bronce, entre otros cachivaches. En otros tiempos, mi padre me había contado que eran huesos y vidrios. Todo eso para subsistir. Algunos lo hacían para complementar la endeble economía casera; otros para darse algún gustito, no más allá de completos y bebidas, también se guardaba cartones o papeles como si se tratase de ahorros, y otros los más complicados económicamente, podían hasta vivir o sobrevivir de eso.  Familias completas viviendo de la basura de otros.  En esos tiempos, como ya había dicho, el reciclaje no era tan valorado como ahora, ellos vivían  lisa y llanamente de escarbar en las basuras de otros, de los residuos no tratado de empresas, de lo que dejaba el comercio, eran restos. Supongo que todavía quedan algunas personas o familias que sigan trabajando en eso, pero no creo que sea tan común como en esos años. 

Ese día terminamos la jornada a medio día en la plaza de atrás de la gran Iglesia de los Sacramentinos.  Ellos se sacaron las ropas para quedar en calzoncillo y se tiraron a la pileta, se divirtieron y rieron dando vueltas a la pileta, haciéndose bromas,  mientras desde la parte alta de la fuente, desde una bola de cemento caía un chorro grueso de agua que se transformaba luego en una cortina de goterones.   Hacía calor, yo estaba abrigado todavía tal como había salido en la mañana y no me atreví a sacarme algo de ropa, aunque si sentí las ganas de bañarme.  Mi hermano me pidió que no le contáramos nada a nuestra mamá, supongo que ahora ya está prescrito, ya son casi treinta años de eso.  A la vuelta,  se cambiaron de ropa en un callejón, pasaron a vender lo recolectado a un local cerca de la línea del tren y volvimos a la población a media tarde.  Yo tenía hambre, calor y sueño.  Me acuerdo que me gané unas monedas, ellos se repartieron el resto.  Carlos, el vecino, por lo que yo sabía, debía ayudar a su madre. En el caso de mi hermano, no me acuerdo muy bien que hacía,  quizás algunas fichas de vídeo, algunas bebidas o cuerdas para la guitarra.       

No volví a salir con ellos, con el tiempo crecimos todos y la familia del vecino comenzó a guardar drogas. En esos años era común que llegaran esos ofrecimientos casa por casa.  Los narcos no guardaban drogas en sus propias casas, por temas de seguridad, por lo que tenían guardadores muy bien pagados.   Los guardadores cumplían solo esa función y se les pagaba diario o semanal.  Varias familias cayeron en la tentación, algunas otras se negaban diciendo que preferían dormir tranquilos,  entre esas últimas familias estaba la mía.  Nosotros no teníamos las mismas necesidades que ellos, si bien éramos pobres, mi padre tenía trabajo como zapatero y mi madre como costurera, los dos tenían oficios y nos les faltaba como moverse,  y aunque éramos cuatro hermanos , también teníamos una gran familia de apoyo.  Los vecinos, en cambio,  tenían poco de eso, quizás por eso fue más fácil convencerlos, recibir dinero solo por guardar, sin tener que esforzarse después de haberse esforzado tanto tanto.  El narco sabía con quién lo hacía.      

No sé exactamente de donde llegó la droga, se nombraba mucho al Perilla (como el gran narco) en ese tiempo,  pero de alguna parte llegó.  Arrasó con familias completas de trabajadores de la feria, familias de cartoneros, familias trabajadoras cansadas de las miserias.  En ese tiempo los delincuentes que ya existían en la población no se llevaban bien con los microtraficantes, eran como antagonistas.  Los narcos y los choros en un principio eran enemigos, los choros, sobre todo los internacionales, eran respetados como si fuesen el clásico Robin Hood, en cambio el narco era acusado de vender muerte a la juventud, de traer la mierda a la pobla, sin embargo con  el tiempo, esa línea divisoria se fue diluyendo. 

En mi casa, se escuchaban los relatos de las penurias de la familias que guardaban y que luego se transformaron en punto de ventas del mercado de drogas. Escuchábamos, cómo semana a semana pasaba la policía, pacos y ratis que se turnaban semanalmente para cobrar su cuota en dinero, mercancía o especies.  Se contaba, como se denunciaban unos a otros, el sapeo corría tupido y parejo por las calles. Y diariamente las culcas, la chancha y los opalas inundaban La Legua; todas una fauna de vehículos motorizados llenos de perros de cacería detrás de sus presas, quienes corrían desde las esquinas, anunciando al depredador, con silbidos o a grito pela'o, hacia el interior de los pasajes. Se me viene a la mente una imagen de fauna arrancando del Animal Planet. 


Se denunciaban entre ellos para acaparar más mercado, por que el parásito cerebral del capitalismo ya les estaba comiendo el sistema nervioso central, la infección había bajado por sus columnas. Cada uno quería el monopolio, cada uno quería todo para él y su familia. Peleas de adjetivos, puños y cuchillas al principio y luego llegaron las armas.  La policías primero dotaron  a unos y luego a otros.  Armas militares aparecieron después, como la famosa UZI, y llegó el mercado negro de armas y balas.  Las familias se redujeron en cantidad, pero se aglomeraron y aparecieron las bandas. Los Cochinos de ahora  fueron cartoneros, y los Galvez feriantes en el pasado y otros cuantos que podría nombrar.  Los narcos ahora necesitaban protección, seguridad, agentes de ventas,  comerciales, publicidad y marketing, todo lo que capitalismo nos ha enseñado.  


Algunos cayeron presos y ese era otro mundo, también corrupto por supuesto. Todo se puede pagar, no hay conciencias de precios inalcanzables en el sistema delictual o judicial (según de donde se le mire).  Así como la policía es mal pagada, los carceleros son peor pagados, y los intermediarios entre ellos, son agentes que pueden disolver su ética y moral en billetes empolvados: actuarios, abogados, jueces, hasta los porteros de hospitales o de juzgados, recibieron pagos por favores.

Volviendo al vecino, él también estuvo preso, él asumió las culpas para que no se llevaran a su madre, su hermana menor también, su madre finalmente cayó también en esa desgracia, su hermano más pequeño, antes de ser adulto estuvo a punto de caer.  Su padre murió cuando Carlos todavía no era mayor de edad,  luego tuvo un padrastro  que también cayó preso.  Muchos de sus tíos, tías, primos, parientes de todo tipo, también cayeron.  Muchos estuvieron presos, como más de dos tercios de la población completa, cayeron en la cárcel.  Entre el final de la década de los '80 y hoy.  La familia,  para sacar a Carlos de la Cárcel, para pagar abogados, para pagar su comida y protección dentro, para las encomiendas y todo eso, tuvo que aumentar sus ventas de drogas al doble.  


Nosotros en cambio nos fuimos de ahí, pudimos salir un poco más allá a dos calles, donde ya era diferente. Luego más lejos a otra población, también con ayuda de la familia, de buenos amigos, de trabajar y estudiar.  

Muchos criticamos a los que cayeron en las manos del narco, los quisimos muertos, expulsados, quisimos que desapareciesen,  que se incendiasen sus casas, sus vidas. Muchos de nosotros los odiamos por traicionar a nuestros niños y jóvenes, por convertir nuestra población de trabajo, en una población violenta, con muerte, llena de miedos.  Ahora ya mayor, no culpo solo a ellos, sino que culpo a policías y jueces, al estado y al mercado, a la dictadura y a la  infinita transición, al sistema económico impuesto por las fuerzas armadas del país,  de la intervención extranjera y de poderosos mercaderes. Tantos responsables y culpables a quien listar.  

En medio de todo eso, personas con pequeños y frágiles privilegios o como el único privilegio, el apoyo mutuo. Muchos surgen y persisten, pese a todo esa injusticia.  Pueden creer que el más fuerte es el que sobrevive, y no.  El que sobrevive es el que está mejor acompañado. 

26.9.2018


jueves, 20 de septiembre de 2018

Patrias


Una CZ checoslovaca de 12 tiros al cinto afirmado por una cordón al muslo; un fusil de asalto SIG 520 con  un cargador de 20 tiros, la primera bala de salva (nunca quise hacer mucho caso de las muescas que tenía la culata de madera)… Un Black Hawk piloteado por una mujer que  muestras el poderío moderno y “feminista” que va en búsqueda de la igualdad según aquellos que ostentan poder.   Los tiernos labradores o golden en brazos de quienes son capaces de avasallar niños o apresar mujeres embarazadas.  Imágenes. Mis tiempos bélicos pasan volando y mi patria se transforma.  El arma una palabra ¿Violencia-válida?          

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