martes, 20 de marzo de 2018

Rey de Espadas XII

     Un rosario de plástico blanco colgaba desde el espejo retrovisor, moviéndose agitado sin ritmo aparente, chocando a ratos contra el espejo.  El taxi doblaba la esquina, cortaba rápido el aire que entraba por la ventana y apagaba el silencio del callejón. Ellas le habían indicado al chofer que querían ir a la calle Departamental, a la discoteca  Klein Club.  Jessica no estaba contenta, ni de ánimos todavía.  Había logrado salir de la casa mintiendo y con plata que había robado sin miramientos, desde la billetera de su padre.  Solo ella lo sabía.  Su amiga intentaba darle ánimos con comentarios varios, sin mucho sentido y sin lograrlo.  Las dos jóvenes se juntarían con dos tipos un poco mayores que ellas, que comprarían algo de alcohol antes de entrar al lugar.  Pisco esperaban ellas.  Lo beberían en la calle a la vuelta del local, ya que, una vez adentro cualquier trago costaría el triple de caro.  Tampoco tenían dinero como para ir a algún bar o algo parecido y aunque tuvieran, preferiría aprovecharlo mejor, quizás comprando algo más. Muchos hacían lo mismo, nada nuevo, lo habían hecho decenas de veces antes.  Ellas, eran menores de edad, pero no les preocupaba, entrarían igual a la discoteque. Sus cuerpos maduros le darían la entrada ante la inspección del morboso portero.  Si entraban antes de las doce, lo harían gratis, los tipos mayores deberían pagar de todas formas.  Así el negocio funcionaba bien, se llenaba de “minas temprano, para que los buitres y jotes dejaran de dar vueltas, pagaran su entrada temprano y cuanto antes, se pondrían a consumir  en la barra.  Ellas no llevaban ninguna identificación, no les serviría de nada demostrar que eran menores, solo tenían unas pocas monedas que quedaban para la vuelta, solo si era necesario.  Solo Jessica llevaban un pequeño estuches de maquillaje y un par de chicles sueltos en el bolsillo.  Jessica era un poco mayor que su amiga e intentaba guiar toda la situación, pero su amiga se dejaba guiar solo cuando le convenía.  Los tipos invitaban lo que fuera con tal de ir acompañados, “los muy huevones y machistas” pensaban ellas, pagarían hasta el taxi de vuelta.  
Ellos esperarían toda la noche “salvarse” con alguna de ellas o con otra que les diera “la pasada”.  Ellos solo iban de caza, bien preparados  con sus perfumes baratos y sus peinados con gel, ropa de marcas ojalá bien visibles, que a muchas atraían. Una suerte de burdo estatus pensaba uno de ellos, que no lo decía siempre. Jessica, estaba pensativa esa noche y su amiga lo había notado, pero no había dicho nada, creía  adivinar y no quería pasar toda la noche de fiesta, convertida en pañuelo de lágrimas, así que no le tocaría el tema.  

   Jessica, estaba decidida a hacer algo para alejar a su ex esa noche, ella sabía que estaría en ese mismo lugar,  pensaba en besarse con algún cualquiera esa noche, frente a él para cortar de cuajo cualquier esperanza y posteriores molestias.  Estaba decidida y esta vez, no era el temor a engancharse más de la cuenta que había sentido en relaciones anteriores, era otra cosa, ella lo quería y le gustaba estar con él, no le daba miedo, ni él ni su relación.  Ya había terminado con el tipo, pero este no la había tomado en serio, insistió algunas veces más.  Al menos coquetearía con alguien es noche, pensaba.  Ella sabía que él, iría con algunos amigos y tenía que hacer algo, no quería que se le acercara.  Quería dejarle claro que ya no le interesaba más, que no quería verlo, ni siquiera sentir su mirada, si tenía que repetirlo varias veces, lo haría.  A ratos, sentía estúpido hacer todo eso. Mejor se habría quedado es su casa evitando todo, pero ya iba en camino, no era tiempo de arrepentirse.  Susana, su amiga, había insistido tanto que la acompañara.  
                
     La joven, veía su reflejo en el vidrio del taxi, se pensaba hermosa y triste esa noche, con esa belleza que da la tristeza a ratos. Arreglaba su pelo  sus ojos, mordía sus labios, quizás arreglándose el labial. Su amiga no adivinaba su intención y tampoco ella quería contarle nada, parecía un pacto no dicho.  Tú no preguntas nada, yo no diré nada.  

     Las cartas la tenían pensativa también y ella lo sabía.  A cada segundo se le venían a la mente las cartas y las palabras de la tarotista.  Se le revolvía el estomago cuando pensaba y asimilaba las cartas a su realidad.  Cuando pensaba en las coincidencias.  A veces, tenía la idea de estar sugestionada y trataba de bajarle importancia a sus ideas, pero desde la mañana que volvía ese pensamiento en un espiral interminable.  Tenía que seguir el consejo.  

     El taxi atravesaba calle tras calle, dejando atrás a decenas de muchachos que a esa hora buscaban vehículos para llegara a algún lugar donde divertirse, era noche de sábado.  Jessica seguía mirando por la ventana, alternando entre su reflejo y el afuera. Dejaron de importar un poco las cosas ahora, la noche era lo que era, ellas también.  

    Ambas pálidas y frías, con sus ojos un poco desorbitados, entraron después de beber dos petacas de pisco y después de fumar al menos una docena de cigarros.  Le habían ofrecido marihuana, pero no quisieron esta vez.  Los tipos eran revisados minuciosamente en la entrada, mientras ellas solo cruzaron la puerta, pasando frente al portero o guardia,  sin saludar siquiera.  Los destellos de las luces y el golpe del bajo de la música que casi explotaba más que sonar, rebotaba en sus ropas claras y de colores vivos. Les corría la emoción por entre sus venas, junto con él alcohol casi puro que habían bebido rápido y sin disfrutar.  Las luces de colores llenaban el lugar,  mostrando los humos de los cigarrillos y siluetas de rostros sumergidos en la oscuridad del lugar.  Cuerpos jóvenes con movimientos extraños danzaban en una trama de música, luz y oscuridad.  Ellas, trataban de lucir unos cigarros entre sus dedos para verse mayores.  Las chaquetas encargadas en la custodia para mostrar un poco más y captar la atención.  El cigarro les incomodaba, pero seguía entre sus dedos, manchado con lápiz labial de un matiz de rojo aceitoso. Mal prendidos humeaban el pelo largo, brillante y peinado de las adolescentes.  Caminando con movimientos casi sensuales, se sentían hermosas y a lo lejos y apoyadas por los destellos de flashes y figuras de colores, lograban el efecto de verse mayor, atrapando miradas que apenas podían adivinar.  Caminaron hasta la orilla de la pista, era temprano y se les notaba en sus sonrisas, en la postura de sus cuerpos, de sus manos y en su mirada, que el efecto del lugar había resultado. Su alegría había despertado. El alcohol en el cuerpo joven había despejado las tristes dudas de un principio.  Pareciera que el retumbar de la música ayuda también a no pensar. Jessica ahora se movía un poco más y sujetaba un pequeña cadena de oro, delgado casi imperceptible, con la imagen de una pequeña virgen, como si estuviese rezando balbuceaba las canciones en un falso inglés.  Parecía un intento de cambiar de preocupación, mientras fumaba torpemente y sin saber muy bien el por qué se sentía bien.  
                
     Los acompañantes miraban para todos lados, como si estuviesen buscando a alguien, como si fuesen a conocer a alguien, patéticamente no conocían a nadie, ni nadie los conocía a ellos. Ahora se dedicaban a tazar a otra minas que tan “buen lejos” tenían.  Era inútil conversar, nadie escuchaba nada, solo un par de palabras, mal hiladas, cortantes, solo por decir algo, casi obligados, por lo general tenían que repetir las palabras por el ruido y la sordera obligada, en un dialogo bordeando lo ridículo. Solo se acompañaban los cuatro mirándose y mirando a su alrededor.  Todo al principio parecía sin sentido, todo parecía al borde de la lógica.  Las ropas, los sonidos, los cigarros, el trago que se habían tomado, unas risotadas se escucharon desde lejos, desde el otro lado de la pista.

     Ya estaba a medio llenar la pista y comenzaban una música algo más movida y ya se sentía un poco de calor. Las jóvenes con sus pequeñas ropas mostraban sus ombligos perforados, los muchachos mostraban sus rostros serios a las señoritas que olían y miraban con sutil y adolescente obscenidad.  Después de un rato las dos bailaban a la orilla de la pista entre ellas, esperando que no viniera nadie a molestar.  Despejando las ideas sin saberlo, sintiendo las miradas y el cuchicheo cobarde, de algún par de muchachos que no se atrevían a invitarlas a bailar.  Jessica lleva un traje que muestra su silueta contra las luces y baila delicada, cuidando su pelo largo,  cada cierto tiempo toca se medallita de oro y la pone entre sus dientes.   Susana coquetea con uno de los acompañantes y en un momento se pierden y se esconden un poco más allá.  El otro acompañante fuma en un sillón mirando alrededor, mostrándose grande, bien parado, como esperando algo.  


     En eso, la música bajó de volumen despacio y se silenció casi por completo,  pestañaron las luces entre las pifias de los frustrados bailarines, que recién comenzaban.  Se prendieron las luces de emergencia, Jessica miró hacia la puerta donde había movimiento y se acercó a su amiga.  Los acompañantes se acercaron también.  Tres carabineros se pararon en la entrada, mirando a todos lados, Jessica y su amiga voltearon rápido sus caras hacia la pista. delatándose. Los acompañantes acobardados, se alejaron dando varios pasos atrás hasta que se sentaron en un sillón.   Por los parlantes se escuchó un pitido muy fuerte y unos golpes en los parlantes. Luego se escuchó un mensaje que decía que esperaban a Jessica Avendaño y que por favor se acercara rápidamente a la boletería.  La chica tomó con sus dedos su medalla de oro, se movió rápido sin soltar a su virgencita, no sabía mucho si tener susto o vergüenza, ya tenía otro trago en el cuerpo que la llevaron sin saber muy bien como a la puerta, su amiga caminó también, pero desde cierta distancia.      

***

      Desde la mañana ella había estado asustada, solo después de almuerzo se había estirado un rato en la cama y había dormido, era sábado. Había tenido las pruebas finales en el liceo, estaba a punto de repetir, ya había recibido todos los regaños de su vieja madre.
          Su miedo venia desde la conversación con la mamá de una amiga, una vieja tarotista que le habían leído las cartas,  que la había mirado fijamente a los ojos mientras le decía muy seriamente cosas fuertes.  Como que tendría pronto un hijo, que sería muy pronto mamá, pero que ella no quería y que no estaba preparada.  Le habían dicho que finalmente repetiría el año y que se convertiría en una persona con muchos problemas, sino hacia algo.  Eso la asustó de entrada, pero no tomó tan en serio las palabras, creyendo poco en las supuestas facultades de la señora.  Al principio parecía un extraño y severo sermón, un estúpido sermón que ella no quería recibir.  La tarotista dejó entrever que tendría problemas incluso con algo extraño, que ella no entendía muy bien, que ella no debería leerse las cartas.
                Esta carta me dice que hay sustancias extrañas en tu entorno. ¿Te drogas? le había preguntado.  A lo que la niña respondió -No- Enojada. Hay algo ilegal y esta carta dice que te alejes del dinero fácil.  Veo otra vez un niño, afectado por alguna sustancia extraña.

                En la tercera carta se había demorado en decir algo, se habían quedado pensando, miraban hacia el cielo.  Primero la tarotista, luego Jessica.  Se la puso sobre el paño rojo de terciopelo y la indicó con su dedo. El Rey de Espadas, le dijo.  Indicaba, según la señora más creíble ahora, que para poder ser feliz, ella debería hacer algo cruel con algunas personas que la rodeaba o que ella quisiera. 

                Si eres buena persona con él o ella –le decía la tarotista– te convertirás en una persona infeliz, si haces lo contrario él o ella se alejará y tú podrás ser feliz.  Tú debes decidir, quizás debas cortar toda esa  relación de raíz y puede que todo el daño desaparezca, mira bien a tu alrededor, hay personas que no tienen malas intenciones contigo, pero que el solo hecho de estar cerca de ti, te producirá daño.  Puede ser incluso alguien que te quiera mucho o que tú lo quieras mucho.  Siempre hay y habrá personas así, atraen el mal y están condenados a sufrir, a caer en la cárcel, una condena tras otra, a no tener familia o tener una familia hecha un desastre. A tener enfermedades feas. Condenados a tener un eterno mal espíritu, que los entierra en lo más profundo de los seres humanos.  Hay personas de este tipo que ni si quiera pueden elegir su destino o pueden construir su vida, porque si eligen, elegirán mal; porque si construyen, construyen mal;  esas personas están condenadas a la soledad final y a esas personas hay que dejarlas, porque esas personas deben existir, para pagar todas nuestras culpas.  Por muy cruel que suene, ellas son responsables de nuestra felicidad.     
                El rey es una persona sabia, pero el rey de espadas debe usar su espada, debe cortar todo lo malo, aunque a ratos no parece malo, a veces el rey se equivoca y puede cortar algo que no debía, las espadas son peligrosas, por eso debes ser sabia como el rey y cortar lo justo y lo necesario y cortarlo a tiempo.  Y las otras dos cartas me dicen que ya no tienes mucho tiempo para decidir.


***

                -Señorita necesito ver su carnet.
                -No lo tengo, se me quedo en la casa.
                -¿Y cómo entró aquí sin su carnet? ¿Cómo sale de su casa, a un lugar así sin carnet? Tendré que llevarla a su casa a buscarlo y después a la comisaría.
                -Pero ¿Porque a mí? ¿Qué hice yo?
                -¿Conoce usted a Rodrigo Fica?
                -No.
              -¿Está segura? ¿Usted es Jessica Avendaño cierto?
                -Si.
            -Piense bien lo que va a decir. Repito la pregunta. ¿Conoce usted a Rodrigo Fica?
                -No.
            - El dijo que se juntaría con usted, Jessica Avendaño, en esta discoteca. Por eso llegamos a usted.
               -No tengo idea quien es Rodrigo Fica, pero si usted se refiere al huevón ese que está en la patrulla, a ese solo lo conozco como el “Rolo” y vive cerca de mi casa. Pero, yo jamás vine a juntarme con él, de hecho yo estaba con una amiga allá adentro y no tenía idea si quiera, que él venía para acá.
           -Lo siento, pero además usted anda sin identificación, el portaba un arma y drogas. Y tienen una orden de aprensión inmediata.  La nombró con nombre y apellido, y dijo que se juntaría con usted, que usted es su pareja. Así que nos va tener que acompañar,  porque usted ya es parte de la investigación.
             -Pero, yo soy menor de edad ¿Cómo me va a llevar?
          -Usted no tiene cara ni cuerpo de ser menor de edad y no tiene ningún documento que lo acredite, así que lo siento mucho.  Además está en un lugar donde no pueden entrar menores de edad, entonces que hacía allá dentro usted.

                La tomó del brazo, ella se quiso resistir solo un poco y comenzó a balbucear, a lo que el policía apretó más fuerte su brazo y la metió en el radio patrulla, mientras pedía apoyo.  Su compañero se subía en el asiento de adelante a vigilar a la pareja.

                -Que me mirai huevón. Si yo no te conozco. – dijo la joven, con su medallita de oro entre sus dedos y sus ojos rojos.    
                -A ver. ¡Silencio!  Y tranquila, sino, la voy a tener que esposar señorita.
                -Vo’ estay condena’o a la mierda y yo no me voy a quemar por un huevón como tú.  ¿Por qué me nombraste? ¿Por qué dijiste mi nombre? Me dijeron que esto sería así. Me salió el Rey de Espadas…   
                -¡Cállese Señorita!



27.12.13
05.02.16
                

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