lunes, 14 de noviembre de 2011

La Flor y La Muerte


Iba muerto de frío en la micro, los nudillos de mis mano estaban rojos y partidos, el hielo de esa noche era terrible, en  realidad no sabía que pensar, siempre pasa lo mismo, me decía yo. Iba con la cabeza apoyada en la ventana, el ruido era incesante y el constante tiritar de la máquina, ya no me molestaba, de cierta forma estaba tranquilo.  El viaje era largo, en realidad no quedaba muy lejos, pero entre los tacos causados por la construcción de la nueva carretera,  mataba más aún mi tiempo,  que ya estaba bastante muerto sin ocupar. Esa buena sensación de viajar, sobre todo cuando iba de vuelta debe haberme hecho dormir y soñar profundo y sentido.

No puedo relatar el sueño ahora, con tanto detalle, quizás si lo hubiese contado antes podría acercarme más.  Lo que sí quedó marcado de aquel sueño en mi recuerdo, es una flor gigante, mas grande que yo, con unas tallos o ramas largas verdes oscuras y espinosas, carnosas, fibrosas, se movían alcanzando el suelo y en él, los pétalos rojos oscuros marchitos estaban desparramados.  De las ramas en sus extremos, brotaron dedos que recogían los pétalos y los llevaban a la corola de la flor, mientras caían otros pétalos. La flor con una tristeza gótica recogía con dolor, lentamente sus propios pétalos.  Desvié la vista por que me causo una extraña mezcla de pena y lástima, al mirar a otro lado vi grandes rejas negras, forjadas a martillo,  con centenares de figuras redondas y puntiagudas, protegían pasillos sin fin e interminables y alocadas escaleras. Un par de casas que parecían solo tener ventanas, de techos altos, azules, oscuras todas daban sombras que se movían incesantes. En frente, un portal que al principio no había visto, pero ahora era imponente casi del porte de la flor, parecía protegerla con sus fierros retorcidos y afilados. Mientras la flor proseguía con su inútil tarea.



Sumergido en mi profundo sueño, de pronto me toca el hombro un auxiliar del autobús, ya habíamos llegado al terminal, levanté la cabeza miré afuera y habíamos llegado a la pérgola en Av. La Paz, las flores de nuevo pensé.  Tenía un extraño sabor de boca y tenia sed, bajé del autobús tranquilo y casi durmiendo todavía. Una señora muy mayor y casi a la bajada me ofrece flores rojas oscuras como las de mi sueño, dije no sin decir gracias.  Mi sueño se repetía y pensé en anotar, al menos un par de cosas como reseñas.  Todavía busco explicación de ese sueño, pero siempre termino pensando que la locura de fin de época no se sana, esto de la revolución de los constructores no me deja tranquilo, siempre soñare con las escaleras de la ciudad nueva y que esa flor al final morirá, espero de verdad que esa flor engañosa que deslumbró algún día a la nación con su belleza, esa flor caiga se marchite y esos pasillos se habrán y podamos subir esas interminables escaleras alcanzando lo anhelado.  Esa marchita y desesperada, desilusionada y embustera flor que sin duda representa lo falso caerá, se pudrirá y hasta su olor a podredumbre no se recordará, ni su materia servirá de abono, ni nada.  Al final y como en la más pura de las muertes, para ella no habrá más. Espero ese día.


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