lunes, 16 de mayo de 2011

Incrédula

Camila me dijo que no podía ir a mi casa, porque tendría que pasar por la cocina y  ya eran más de las seis y estaba ocupada, nadie podía pasar.  Yo extrañada le pregunté ¿Y quién es tan importante, que no podemos pasar?  Los duendes me dijo, apuntando con su dedo a la cerradura.  Yo incrédula sonriéndome en la cara de ella, miré por la cerradura y no me creerás pero, vi a uno encima de una mesa, medía unos treinta centímetros y estaba atravesando con un clavo oxidado a otro duende más pequeño y que chillaba muy agudo mientras sangraba verde. Después ambos miraron hacia la puerta, como sabiendo que yo estaba ahí y sentí que se reían de mí.  Se aceleró mi respiración y sentí que la sangre subió a mi cabeza, mis manos temblaban, no me podía mover.  Iba a gritar pero, Camila me tapo la boca, por que según ella los duendes se enojaban si nos sorprendían espiándolos, no pregunté nada más, solo quería salir de allí. Discúlpame, nunca ante creí esas historias que contabas.

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