Cielo celeste
se refleja en un charco.
Vuelve la lluvia.
viernes, 31 de mayo de 2019
jueves, 30 de mayo de 2019
Tres cuentos cortos para un café.
Primero
En sexto año básico, la profesora de francés nos pedía que nos paráramos
arriba de nuestra silla a recitar un poema en francés, a todo el curso presente; cuarenta y cinco niños en la sala. El poema hablaba sobre el otoño; sobre las hojas cayendo en un mundo de
chocolate. Las sillas y mesas eran de madera, el piso también y el
cielo de la sala a unos cuatro o cinco metros de altura, hacía de la acústica
de la sala algo compleja. El eterno rechinar de los muebles, el golpeteo de las
suela de la profesora y el cuchicheo de
los compañeros, eran obstáculos ya advertidos por la profesora. Uno ventanales gigantes daban a la calle Santa
Rosa. Afuera y desde arriba de la silla
se podían ver los enormes álamos doblándose con el viento. Mis piernas temblaban me acuerdo. Había que sacar la voz en un idioma que es más
bien… suave. Al terminar marcaba el
cuaderno con un “très bien” o un “Excellent”
escrito en verde. Ella explicaba que con
ese color escribía Pablo Neruda y que a ella no le gustaba el lápiz rojo. Era un alivio el término de la poesía,
también el fin de la espera.
Al salir de clases, las calles estaban llenas de hojas.
Les
feuilles tombent et tombent
dans un monde de chocolat.
Este es el final del poema. Lo demás
no lo recuerdo.
Las latas
Un gato romano se atrapó
entre una latas de zinc en el patio de atrás, allá en la casa del nogal. Lloraba de forma terrible. El gato no era de los que habitaban la casa,
era un animal joven que no había visto antes y nunca supe si era macho o hembra. Estaba entre dos latas que el vecino de atrás
había levantado para mayor privacidad,
supongo. Había caído justo donde las
latas formaban una V. Gritaba, rugía y
no tenía donde apoyarse para salir de su desgracia, sus patas habían quedado
lejos del alcance de todo y parecía que su propio peso, ocasionaba que las
latas se le incrustaran a la altura de las costillas y lo lastimaran. Me acerqué. Había que ayudarlo. Le hablé para intentar calmarlo de alguna
forma. Quería que supiera que lo ayudaría.
No podría hacerme el desentendido, como que nada pasaba y dejarlo ahí,
gritando y sufriendo. Es lo que haría
cualquiera en mi posición, supongo. Podía
ver el dolor es sus expresivos ojos naranjos. Tampoco podía ir por ayuda, no
había mucho más tiempo. Me dejó
tocarlo. Me tuve que subir a unos
ladrillos arrumbados para acomodarme mejor. Cuando lo levanté para sacarlo, una
de sus patas me clavo cada garra en el dorso de la mano. Sentí un dolor agudo
como un shock eléctrico o como una quemadura de fierro caliente. En cualquier otra situación lo habría tirado
lejos, pero no podía dejar que cayera
otra vez entre las latas y por ayudarlo
terminaría peor. Eso lo pensé en
milisegundos, al parecer. Así que, al parecer superé mi instinto y lo levanté un
poco más; con las uñas clavadas en el dorso de mi mano y equilibrándome en los
ladrillos. Lo empujé al patio del
vecino. Se llevó un poco de mi piel en
las uñas, solo me queda una pequeña
cicatriz. Lo putié un buen rato, el
corrió desaforado por entre los árboles y no lo vi más, así que no me escuchó. No tengo pasta de superhéroe, pero a esa edad
uno es era más humano.
Tercero
Bonsái.
Hace años aprendí mucho de
los árboles, técnica de cultivos, formas, orígenes… Estudié el bonsái, en su
filosofía, su estética, su ética, su técnica…
Aprendí nombres científicos, familias, géneros, especies y
variedades. También de sus
“comportamientos” y/o reacciones. Me
aprendí cada una de sus partes y sus
formas, tipos de hojas, flores, reproducción…Me metí en los cuestionamientos y
en las críticas sobre la extracción de árboles de la naturaleza para ser
cultivados como bonsái. Se decía que era
como tomar un pájaro y enjaularlo, lo creí así también en ocasiones. Me cuestioné sobre el sufrimiento de un
árbol al practicar el descortezamiento o la defoliación.
Luego de un tiempo de
estudiar sus nombre y todas la técnicas, empecé a observarlos en su naturaleza,
podía verlos grandes e imponentes. Los
admiré y los admiro. Su fortaleza su
perseverancia, su porfía. Me gustaba
definir su “técnica” de cultivo de forma natural, si era Chokkan, Shakan o Han Kengai. Todavía cada cierto tiempo, miro un árbol
digo su nombre y el estilo de bonsái que tiene para crecer. Ya casi no cuido bonsái.
Lo hacía porque me calmaba
y porque creía que cada acierto y cada fracaso me ensañaban algo. Murieron mucho de ellos cuando comencé a
quedar sin tiempo. Eso fue lo último que
me enseñaron, mis pequeños bonsái. Que no puedo hacerme cargo de una vida, sino
tengo tiempo. Ni siquiera de la mía.
Ahora, tengo un bonsái de
una crassulas ovata, árbol de jade, y una portucalaria africana. Ambos exigen
pocos cuidados, casi no piden agua. Me
gusta observar los árboles y me empecé a interesar más por sus habitantes. Pájaros,
gatos, insectos y de alguna que otra persona, que saben que viven de ellos.
No sé muy bien porque les
cuento esto. Deben ser los haiku.
Fragmento de artista (2 de 5) Entrenando
Los rostros tienen muchos colores. Tienes
rincones amarillos, ribetes verdes, recovecos naranjos, puntos rojos, sombras cafés
y negras, azules y violetas. Lo que les da el color es el clima, también el grosos de la piel y su transparencia,
la oscuridad de la sangre que llena las venas y arterias que cruzan por sus
rostros, los vellos de la cara, las aperturas de los poros y los lunares. Las manchas de sol, hielo y edad. Los surcos, las arrugas, la sequedad o la
crasitud. La cantidad de melanina producto
de la herencia genética y la vergüenza y quizás cuanto más, sin contar el
maquillaje. A propósito de maquillaje,
se deben considerar en detalle la boca. Las
bocas. Las bocas tienen distintos volúmenes, algunas son carnosas otras secas, otras
rotas, marcadas con cicatrices de peleas antiguas, pintadas con labial sexy, manchadas de tabacos, alcohol y besos. Algunas tersas y deliciosas. En lo
personal, podría mirar siglos su humedad
y los delicados pliegues que tienen,
para saber cómo imitar el color y la textura con el pincel o a veces, con mi propia boca.
En esta ocasión no hablaré del sabor eso es otro fragmento. Otras bocas son chuecas, deformes y
arrugadas. Distorsionadas y enfermas,
mentirosas, calumniadoras, pecadoras y oradoras a la vez. Son hermosas, cuando cantan una canción o
cuando besan, o cuando se entre abren despacio en el clímax, y a la vez cierran
los ojos. Los ojos. Los ojos son todos distintos, complejos, son
difíciles de mirar. Hay que tener suerte para mirar ojos sin ser vistos. Las configuraciones que los componen son
huellas únicas, a veces inverosímiles, también están los que mienten, esconden
y traicionan. Los colores de los ojos son
particulares, pero hay que estar muy cerca para verlos bien. Pocas cosas pueden imitar su brillo. Todos
brillan, salvo los que ya no tienen vida. Brillan y reflejan tu propio ojo
cuando los miras. Debes
entrenarlos, debes mirar, debes ver los
colores. Sin que te vean. Sin que te vean, porque te puedes enamorar de una mirada, de una boca o
de su piel. Te convierte en polilla y te
estrellas cuando brillan.
Fragmento de artista (2 de 5)
30.05.2019
Verbos Modernos
Exagerar,
la letra electrónica de ovejas masivas.
Cuantificar,
las mentiras piadosas, la letra chica.
las mentiras piadosas, la letra chica.
Clickear,
las imágenes pixeladas, desenfoque general.
las imágenes pixeladas, desenfoque general.
Revisar,
el correo, mail a mail.
el correo, mail a mail.
Escanear,
mis vertebras con zumbidos.
mis vertebras con zumbidos.
Oír,
el sonido del Planeta Salvaje.
el sonido del Planeta Salvaje.
Priorizar la humanidad.
Deconstruir la poesía.
Salvar y Guardar la música,
Comer la musa,
Matar la mufa,
Tocar las fusas.
Deconstruir la poesía.
Salvar y Guardar la música,
Comer la musa,
Matar la mufa,
Tocar las fusas.
Verbos modernos,
palabras sin viento
sin tinta
sin hierros,
sin yerros.
palabras sin viento
sin tinta
sin hierros,
sin yerros.
miércoles, 29 de mayo de 2019
Fragmento de artista (1 de 5)
La crónica roja alimenta el morbo. Las polillas revolotean exasperadas para chocar de frente con las ampolletas que anuncia la piel escarchada de una chica en microbikini y estrellas en los pezones. Vuelan atolondradas las polillas entre neones y ultravioletas, como si solo tuvieran esa noche de verano para reproducir su especie. Los colores de la ciudad confunden sus delicados sistemas de orientación. La percepción distorsiona tanto que son capaces de cruzar el fuego, quemando sus alas, para conseguir lo establecido por un sistema que las necesita, pero pareciera odiarlas.
Charcos de sangre, fluidos de cortes perfectos. Las polillas enceguecidas chapotean en el charco con sus alas quemadas de tanto sexo químico, en los aires tibios de un verano. Se ahogan en el charco, sin saber siquiera que son mariposas nocturnas, que no necesitan de lindos colores, por que nadie las ve, salvo cuando chocan con las ampolletas o las llamas directamente. Nadie les llama locas por eso.
Fragmentos de un artista
1 de 5
29.05.2019
Charcos de sangre, fluidos de cortes perfectos. Las polillas enceguecidas chapotean en el charco con sus alas quemadas de tanto sexo químico, en los aires tibios de un verano. Se ahogan en el charco, sin saber siquiera que son mariposas nocturnas, que no necesitan de lindos colores, por que nadie las ve, salvo cuando chocan con las ampolletas o las llamas directamente. Nadie les llama locas por eso.
Fragmentos de un artista
1 de 5
29.05.2019
viernes, 24 de mayo de 2019
Frente al espejo
Algunos de ustedes saben de mi afición por la fotografía y los pájaros. Ese día fui a la casa antigua, allá en Callejones. Saqué la cámara. Ustedes ya saben cómo es Callejones: secuoyas gigantes, robles, poca luz. Uno que otro rayo de luz al mediodía y yo estaba ahí a eso de las seis de la tarde. De puro porfiado fui, no era ni la hora ni el lugar para tomar fotos. Hice unas pruebas. Ajusté la velocidad del obturador, otras cosas técnicas. Ustedes saben de eso, pero bueno, no viene al caso. A esa hora salen los pájaros, en el amanecer o en el atardecer. A esa hora se pueden hacer buenos avistamientos de aves. Si ustedes quieren un día los puedo invitar. Bueno finalmente no hice ni una sola foto buena. Al menos eso creía en ese minuto, porque cuando llegué a casa y revisé las fotos, vi unas pequeñas luces verdes, algo parecido a los fuegos fatuos. ¿Qué? ¿No saben lo que son los fuegos fatuos? Son llamas que salen en los pantanos, producto de los gases. Bueno eso tampoco tiene que ver con esto. El tema es que, luego en otra foto, se volvían a repetir las pequeñas luces verdes. Parecían foo fighters, o no sé, luces realmente extrañas. Me pasé muchos rollos buscando explicaciones. Al principio pensé que era una aberración cromática típica de un rayo pegando en el objetivo, pero el color y su forma no me daba. Hasta que en una de las últimas fotos, vi los ojos verdes y unas formas extrañas. Era un rostro entre las hojas del bosque. Ahí me acordé del cuento de Bécquer. Creo que obsesioné y ya he ido cuatro veces más, nunca vi nada, pero en una de entre mil fotos que saqué apareció un rostro casi nítido. Era de una mujer. ¿No me creen? ¿Cómo que quién es Bécquer? Ustedes están todos locos.
jueves, 16 de mayo de 2019
Hipertexto: La Casa de Asterión.
Una vez hablando por ahí, me dijeron que Mecánica Popular era uno de los secreto mejor guardados del Rock. Yo diría del rock-folk, pero la verdad da lo mismo lo que yo piense, con respecto a eso. Eso da para un texto completo.
Otro día muy distinto releyendo a Borges me encuentro con el cuento "La Casa de Asterión", mis neuronas generan un camino nuevo y me llevan al disco de Mecánica Popular del mismo nombre, busco en las canciones y ahí está las puertas del templo de las Hachas, lo infinito de la casa, luego de buscar en todo ese laberinto encuentro a Ariadna, Teseo, el Minotauro-Asterión; salto a Grecia y a los mitología. Deambulo por el hipertexto generado en estas creaciones, con la música en mis oídos. Esto es un árbol lleno de ramas o si se quiere un laberinto dentro de otro.
"La casa [de Asterión] es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo."
ii
Asterión
En la casa de Asterión, un grupo de hombres desnudos y armados con martillos esperan que el minotauro suba desde el milésimo sótano. Yo no sé la verdad por qué seis, ni por qué están armados. Creo que todos ellos saben que el minotauro no se defenderá. Todos saben, que es él quien desea ser salvado del laberinto y que esperaba a cada uno, hace mucho tiempo, para caer por fin muerto y así salir de su castigo. Quizás las armas son para defenderse de ellos mismos, o más bien, para matarse entre ellos. Todos se llaman Teseo.
martes, 7 de mayo de 2019
Velos
Vamos a develar,
a escudriñar bajo las ropas lisas,
a beber el néctar de las flores de encaje,
pétalos de hilos negro de mis sueños.
Vamos a desamarrar poemas y orgasmos
letras censuradas en la oscuridad,
vamos a saborear jugos sublimes,
frescos, dulces y ácidos,
negros, blanco y cálidos,
rebasando las cucharas,
lamiendo las orillas,
volteando los relojes,
deteniendo los espasmos
con escalofríos.
Viento tibio,
hojas verdes a rojas
tus manos frías.
Vamos,
no es ningún cuento,
es más bien un rescate,
mi rescate,
de un mar de reglas
con rimas alambradas
y letras desilusionadas,
no leídas,
recogidas
letra a letra
de la orilla.
Volveré a la trinchera de las tribélulas,
al templo que late en tu pecho,
a militar con los impacientes,
para desangrar en tintas,
las hojas sagradas de un canelo,
o dibujar las vistas
de una montaña
o de un insecto en vuelo
mientras te pienso.
Acompáñame a las cavernas
donde tiemblan
las estalactitas siniestras
de verdades académicas,
explora descubre conmigo
lo animal del sinsentido
déjame lamer tus muslos
déjame, que no te olvido,
déjame vibrar contigo
déjame besar tu ombligo
déjame meterme dentro
dame de tu abrigo.
Ahora.
a escudriñar bajo las ropas lisas,
a beber el néctar de las flores de encaje,
pétalos de hilos negro de mis sueños.
Vamos a desamarrar poemas y orgasmos
letras censuradas en la oscuridad,
vamos a saborear jugos sublimes,
frescos, dulces y ácidos,
negros, blanco y cálidos,
rebasando las cucharas,
lamiendo las orillas,
volteando los relojes,
deteniendo los espasmos
con escalofríos.
Viento tibio,
hojas verdes a rojas
tus manos frías.
Vamos,
no es ningún cuento,
es más bien un rescate,
mi rescate,
de un mar de reglas
con rimas alambradas
y letras desilusionadas,
no leídas,
recogidas
letra a letra
de la orilla.
Volveré a la trinchera de las tribélulas,
al templo que late en tu pecho,
a militar con los impacientes,
para desangrar en tintas,
las hojas sagradas de un canelo,
o dibujar las vistas
de una montaña
o de un insecto en vuelo
mientras te pienso.
Acompáñame a las cavernas
donde tiemblan
las estalactitas siniestras
de verdades académicas,
explora descubre conmigo
lo animal del sinsentido
déjame lamer tus muslos
déjame, que no te olvido,
déjame vibrar contigo
déjame besar tu ombligo
déjame meterme dentro
dame de tu abrigo.
Ahora.
Escultura en mármol: La Verdad Velada
Antonio Corradini (1751, Italia.)
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