Una vez soñé, que tú dormías y que a su vez soñabas.
–Si los sueños pueden convertirse en realidad, entonces con mayor
razón las mentiras–. Te decía yo, pero tú
dormías y yo mientras escribía.
Yo te hablaba de la fragilidad del recuerdo de un sueño, en la mañana
de un martes. Tampoco creo que me
escucharas, dormías.
Tus ojos cerrados, tu boca apenas abierta, parecías exhalar una
palabra un susurro en el aire imperceptible bello, un halo de verdad quizás. Dormías y la llama de una vela jugaba con las
sombras en tu rostro. Yo hablaba en voz
baja para ver si podía interferir en tus sueños, te decía cosas bonitas
murmurando casi, una vez incluso sonreíste mientras yo decía algo, me pareció
que escuchaste y me detuve no quería que despertaras. Al final del sueño,
acaricié tu sien con mi pulgar, te sentí respirar y me dormí yo.
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