El otro, piensa la idea, reflexiona, cuestiona sus propias conclusiones, cambia de idea, mastica la idea. A veces, le gusta el sabor que deja en la boca, otras no y la vuelve a masticar. Critica para sí, su consistencia, su crocancia. A ratos, no sabe si escupir o vomitar la nueva idea. Finalmente se traga la nueva idea y la hace sangre.
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