Unos cincuenta o quizás un poco más trabajadores, entre barrenderos, basureros, auxiliares de
aseo, gritaban hoy fuera de una de las
municipalidades más ricas del país. Las Condes. Lo más probable, aunque no lo podría
comprobar, es que ninguno de ellos vive en esa comuna. Lo más probable es que ellos vivan en comunas
periféricas y pobres como: La Pintana, La Florida, Puente Alto, Quilicura,
Renca. Creo que todos se levantan muy
temprano y tienen que subirse a la micro (me cuesta decirle Transantiago) o al
metro para viajar más de una hora apretados y aun costo monetario que
claramente es caro para el tipo de servicio y para sus miserables sueldos. Al llegar, tienen que ponerse sus uniformes
fluorescentes que a ratos siento que los denigra, los marca, como faros en las
calles, diciendo persona trabajando, verdaderas balizas humanas anaranjadas,
amarillas y verdes fluorescentes, overoles y chaquetas con franjas reflectantes
y bototos de seguridad que pesan sus buenos kilos para aplanar mas el cemento y
las baldosas pulidas de la comuna en cuestión.
Vestidos y armados de escobas y palas, recogen las colillas de cigarros
pintadas con rouge carmín, los papelito de
chicle que como son chicos no importa que se caigan al suelo, las boletas y
comprobantes del Redbanc, las latas y botellas de bebidas, y las hojas, las benditas hojas que como hoy
es primavera no caen, pero ya será otoño otra vez, las hojas secas que solo en
las ciudades son consideradas basura.
Uno de ellos tenía un balde plástico
y por el reverso lo golpeaba con un pedazo de palo de escoba, su grito me resultó extraño, en un
principio. De hecho me hizo caminar más lento para ver si había escucha bien. ¡Queremos
la tele! ¡Queremos la tele! – gritaba mostrando sus pocos dientes y tratando de
animar a los demás a gritar, quizás un par lo seguían, lo demás movían la boca
casi sin emitir sonidos, pero claramente movían sus tristes cabezas como diciendo.
Sí, también queremos la tele. Otros un
poco más alejados miraban la escena y un par, mas allá sentados en una banca, cuchicheaban y
reían quien sabe de qué. Una mujer de
pelo largo y cano, con sus ropas azules y reflectantes se movía con un cartel
improvisado y de mala caligrafía que decía: “Señor Alcalde: Queremos Nuestros Sueldos,
Nosotros trabajamos por plata.”
Hasta este minuto no entiendo lo de “Señor” alcalde, tanto respeto y
miedo a perder el precario trabajo, cuantos hombres y mujeres viejos. Llenándose de arrugas la piel marcadas por el hollín
de las micros y los autos Audi de la concesionaria, partiéndose las manos de
los polvos de estrellas, mientras el
arribismo cruza las avenidas, sembrando monótonos
cafés en cadenas con pretenciosos nombres como Starbuck. Ellos, los basureros y barrenderos, pulen las
anchas veredas para que pasen altaneros los “ciclistas” raudos en sus preciosas
bicicletas, que cuestan un sueldo anual de los que barren. No entiendo lo de “Señor” Alcalde.
Tampoco entendí eso de querer la tele.
Con el solo hecho de tirar un piedra a la moderna estructura cristalizada
de la municipalidad, hubiese llegado la tele a mostrar los criminales que son los
violentistas, subversivos, incitadores a la violencia y la policía, con su buen
adiestramiento ladrarán con sus gases y sus aguas fétidas. Y ahí vendrá la
pregunta. ¿Quién fue el primero en ponerse violente? O bastaba con tirar una
piedra a sus vecinos el Hotel Ritz Carlton, donde también se preocupan los mismo barrenderos
de dejar limpias las calles, donde pasar una noche cuesta dos sueldos mensuales
de un barrendero. Limpiecito el frontis
del lujoso hotel para cuando llegue algún diplomático o el cantante famoso, limpiecito
y libre de la basura de panfletos electorales, que lanzan los comandos de los candidatos
presidenciales y que no dicen nada más que sus nombres. Ellos los tiene que
recoger con palas y escobas, como basuras que son. Solo dicen sus nombres, sus
inolvidables nombres que al final del día, en la misma tele que ellos piden a
gritos que llegue se haga presente, en esa misma pantalla ofertan: Sueldos Dignos,
un Nuevo Códigos del Trabajo, Pensiones Dignas y una sarta de frases en
liquidación de temporada electoral. Sin embargo el “Señor” alcalde, que para mi
gusto de señor solo tiene el látigo del fundo, el muy “señor” alcalde no le
puede pagar sus miserables sueldos a los barrenderos de Las Condes. Y la tele no llega.