Yo dormía en la misma pieza que mi
hermano, pero en ese minuto no dormíamos. Era una mañana de verano muy calurosa,
quizás las diez. El todavía acostado,
tocaba su guitarra que le habían regalado hace poco, esa guitarra hecha a mano
en la cárcel, se supone que no sonaba muy bien, pero mi hermano le sacaba buenas
sonidos y canciones. Cantaba bajito como tatareando. El ruido de un televisor
IRT en blanco y negro, se mezclaba con sus canciones y una pelea de gatos en el
techo hacía retumbar las latas. Nuestra
pieza, como caja acústica, amplificaba el sonido de los zinc chocando entre sí y
los rugidos, chillidos de los animalejos allá arriba. Hacía un calor intenso, más que lo tibio de
las sábanas, yo creo que ya eran las once.
Yo dormitaba destapado,
escuchando la televisión y a mi hermano.
Un bullicio escuché afuera, abrí los
ojos y me di vuelta como para escuchar mejor, me quedé viendo la televisión,
pero con mis oídos atentos al ruido extraño. Nuestra madre se paseó por enfrente
de nosotros con una escoba en sus manos, paso en un sentido barriendo y luego en
el otro. Luego, limpió con un paño húmedo la tele, mientras yo todavía la veía.
La bulla en la calle se seguía escuchando, nuestra casa no era muy grande y las
paredes de tablas no eran buen aislante del ruido exterior, así que, podíamos
escuchar sin mucho esfuerzo gente en la calle gritando, no sabía qué. Por el eco que se producía en los pasajes, tampoco
podíamos adivinar desde que calle provenía el ruido, si la de enfrente de nuestra
casa, o la que daba hacia atrás. Ese
día, como todo domingo, debía estar instalada la feria en la avenida principal,
así que el ruido podía venir de los vecinos con sus carros o carretones de
manos, oxidados y chillones, arrastrándose por los pavimentos carcomidos del
pasaje, o quizás los mismos pregones de la feria libre. La verdad a mi me extrañaba ya el ruido, mi
hermano seguía con su guitarra y la televisión daba aburrido programas
culturales de día domingo.
El ruido afuera, se hizo más grande
y extraño, mientras estaba tratando de adivinar el origen del ruido, haciendo a
un lado los otros sonidos, mi madre
volvió a entrar a la habitación. Bajo el volumen de la tele y dejó la mano en
la perilla, le hiso un gesto a mi hermano para que silenciara su guitarra. El
paró de golpe su instrumento y se quedó en silencio. El ruido que provenía de
la calle se escuchaba ahora más nítido. Ella, mi madre, escuchó atenta algunos segundos, se dirigió lento
al patio dejando bajo el volumen. Yo y mi hermano nos miramos entre la
semioscuridad de la pieza, se escucharon sonidos de tabla atrás en el patio,
donde estaba ahora mi madre, y ahora sí, muy claros se podían escuchar varios
gritos de mujeres desesperadas, no tenían nada que ver con el mundo de la
feria, se escucharon dos tiros al aire, fuertes y secos, seguidos por un motor
acelerando y varios perros ladraban. Yo estaba asustado y me tape todavía en mi
cama calurosa. Mi madre asomó la cabeza desde
la puerta que daba al patio y nos dijo con un gesto que nos quedáramos ahí. Unos segundos después entró a la pieza y le
dijo a mi hermano que se acostara conmigo, mi hermano de un salto dejó su
guitarra apoyada en la pared y se acostó a mi lado. Un muchacho en calzoncillos entró apresurado a
la pieza, alto como mi hermano mayor, me pareció reconocerlo, mi madre le ordenó
- Acuéstate ahí- apuntando la cama de mi hermano, él se acostó, se tapó y no
dijo nada, yo miré y tampoco dije nada, mi hermano tampoco. Mi madre entró a la habitación otra vez, dio
el volumen al televisor y tomó nuevamente la escoba.
Un instante después, mientras yo ya
me había entusiasmado con los dibujos animados que daban en el televisor, mi
hermano estaba inquieto, no sabía muy bien donde estaba mi madre, pero en eso
minuto, vi pasar por frente de mi cama a dos tipos adultos uno vestía una
chaqueta de cuero gastado, jeans, lentes oscuros, su pelo liso y peinado a un
lado, llevaba un brazalete de verde fluorescente en el brazo, caminaba a paso
normal sin apuro por enfrente de mi cama, algo llevaba en la mano que escondía
y no lo conocía, no lo había visto nunca. Atrás, el otro sujeto, venía algo mas
apurado, no alcancé a ver los detalles en él. Su rostros eran serios, parcos y
solo miraba hacia el frente.
Después de unos minutos entró otra
vez mi madre a la habitación y dijo- Ya negrito, váyase para su casa-. En ese
minuto lo terminé de reconocer como un vecino de la calle de atrás, de la edad
de mi hermano, unos quince años. De
seguro yo sabía leer mejor que él, no era un muchacho de escuelas, su vida era
la calle, yo no pregunté nada en ese momento.
Después que se fue, haciendo sonar otra
vez las tablas del patio de atrás, sonaron una vez más las planchas de zinc del
techo, esta vez eran pasos apresurados, unos segundos después reventaron el
silencio otros dos tiros al aire. Mi
madre se sentó un instante en la cama, respiró profundo paso su mano por el
frente y luego por la nuca, mi hermano volvió a su cama, ya no tomó la guitarra
en esa mañana y yo me levanté.
ese día murió el guata un antiguo delincuente de la calle colchero...
ResponderEliminarmuchas veces pasaba gente por dentro de mi casa que venia arrancando de la policía sobro todo en tiembpos de dictadura... no siempre eran delincuentes...
Si, gracias hermano por leer y comentar.
ResponderEliminarNo me acordaba del nombre de ese compadre.
Hay otras ideas que tengo en borrador y que algún día las terminaré.
Saludos