Pedaleé por encima de adoquines tres calles,
crucé la ciclovía desde la Moneda a Las Rejas, esquivé a cinco épsilones y dos
anarquistas. El agua del guanaco, jabonosa en el piso, casi me bota de hocico.
La bicicleta viene media desinflada, como yo. Tengo sed y son las once de la
noche ¿Y todo para qué? ¿Para que me digas que ella no llegó? ¡Chanta la moto!
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