En el techo se escucha el gato que arranca
y que jugaba con tanques el otro día,
que recuerda degollado al que pensó distinto,
que recuerda la cicatriz que desapareció a la familia.
Entre los ladrillos húmedos de rojos oxidados
los niños libres entierran las filosofías antiguas,
entre las delgadas tablas de sus fríos hogares
buscan la fuerza para rebelarse a lo escrito.
Levantan su cabezas y sus luces brillan
el gato sigue corriendo en el techo
lo acentúa una bala,
que estalla,
deprisa
y su conciencia en la cornisa
de la idea y de la falla.
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